La vida de un bebé de diez meses se salvó en la Escuela Infantil Nuestra Señora del Rosario en la mañana del pasado jueves, dos de febrero, gracias a la colaboración de numerosos profesionales. La primera en esta cadena fue, sin duda, la tutora del bebé, Virginia Martínez Cruz. Posteriormente desempeñarían su valioso papel los dos agentes de la Guardia Civil y el de la Policía Local, desplazados hasta el centro, y, por supuesto, los profesionales sanitarios que esperaban en el hospital de Alcalá para atender al pequeño. Es de justicia, sin embargo, conocer de cerca el testimonio de aquella persona que estaba más cerca del pequeño cuando sucedió todo, y que terminaría siendo vital para salvar su vida. Esta fue la secuencia de esos dramáticos momentos, que relata Virginia Martínez en declaraciones a Alcalá la Real Información.
“El jueves, sobre las once de la mañana, como es habitual, los niños van despertando de su siestecita de la mañana, y al sacar de la cuna al bebé lo noté un poquito caliente. Ya sabíamos que el pequeño tenía algunos problemillas de fiebre, y como marca el protocolo, se avisó a los papás de que le estaba subiendo. En ese momento tenía 38 y poquitas décimas, pero comenzó a subirle demasiado rápido. La mamá corrió muchísimo y cuando vino, en diez minutos, el niño ya marcaba 39 y pico. Entonces, justo cuando se lo estaba entregando en sus brazos, fue cuando el pequeño empezó a convulsionar. Nosotros, por los conocimientos que tenemos en primeros auxilios, sabemos que las convulsiones en sí no suponen un peligro de muerte. Tienen dos fases, primero se presenta la rigidez y luego aparecen los temblores de la convulsión propiamente dichos. Después, se supone que el niño debe volver en sí, por sí solo, aunque esto no significa que no necesite atención médica. Pero en este caso, el niño no volvía en sí. Empezó a faltarle la respiración, a ponerse amoratado, tenía los labios moraditos y abiertos. No respondía. Entonces yo intenté encontrarle el pulso. La mamá se puso súper nerviosa y realmente no podía actuar. Tanto ella como la conserje del colegio llamaron a Emergencias rápidamente”, relata Virginia.
“Llegado el momento en que no le encontraba el pulso y no volvía en sí, no me quedó otra que ponerme a hacerle la reanimación cardiopulmonar. Empecé a hacerle compresiones torácicas y a contarlas. Hay realmente mucha diferencia entre lo que uno estudia en primeros auxilios y verse en una situación real, tan impactante como esta. El siguiente paso era hacerle la respiración boca a boca, pero cuando llevaba veintitantas compresiones, el bebé tomó una bocanada de aire y empezó a respirar. Continué las compresiones torácicas hasta que el niño cogió un buen ritmo de respiración. Lo puse de medio ladito, porque ya había echado espumita durante las convulsiones y lo habíamos tenido que limpiar. El bebé ya empezó a respirar bien, y yo me salí a la escalera con la mamá”.
“Un minuto después apareció el policía. Se portaron fenomenal, ya que Alcalá la Real estaba todavía con el colapso de la procesión e hicieron una labor magnífica. Además, nosotras llamamos al 112. Sabíamos que es, junto al 061 el número para emergencias, pero la urgencia de la situación te hace marcar el primero que te viene a la mente. Es cierto que el 061 es el número específico de emergencias sanitarias, y deberíamos haber marcado ese, pero se marcó el 112 y ellos derivan a todos los cuerpos: Policía, Guardia Civil. En su caso fue una labor estupenda, ya que la Guardia Civil, en poco más de cinco minutos, estaba aquí recogiendo al bebé. Trasladaron al bebé, porque aún tenía una respiración flojita y estaba todavía hipotenso y débil, y por supuesto necesitaba atención sanitaria. La madre también estaba con un ataque de nervios. Lo desplazaron al hospital y allí se le terminó de atender. Cuando en el hospital consideraron que había pasado el peligro se le dio el alta y se le puso su tratamiento médico. No se le derivó a Granada, y en visitas posteriores a su pediatra se le ha puesto la medicación pertinente y preventiva para que no vuelva a pasar. Esa misma tarde estaba jugando. Su madre me mandó un video en el que salía pidiendo su panecito, porque le gusta mucho comer, y estaba con muchas ganas de vivir y de jugar”, recuerda Virginia con los ojos iluminados de emoción.
“Me siento muy contenta de haber sabido solventar la situación. No tengo necesidad de ningún reconocimiento, pero sí que me gustaría dejar claro que todo el personal que está trabajando en este tipo de escuelas públicas, es imprescindible que aporte el título de técnico superior de educación infantil. Muchas de nosotras, aparte de esa titulación, tenemos la de Magisterio. Tanto en una como en otra, se nos proporcionan conocimientos de primeros auxilios. En cualquier caso, repito que es muy diferente a cuando te enfrentas a una situación real. Hay personas que ante el miedo se bloquean y hay gente que ante la adversidad se crece. Por suerte, soy de estas últimas y ante esta situación, fui capaz de resolverla. No me había visto hasta ahora ante algo así, solo con una hija mía que tuvo problemas de alergia y de asma, y lo hice de la misma manera, porque actúo como una segunda madre”, concluye Virginia Martínez su testimonio.