Menos mal que el viento se ha tranquilizado dándonos una tregua con neblina tempranera, la tarlatana hermosa que tamiza la luz del sol sin poder quitarle el brillo del todo. Es un rato por donde los ruidos empiezan a pasearse como si tuvieran pies y anduvieran descalzos, mientras apuramos los últimos sorbos del café y nos vigila la rutina por la casa. En este rato se ha hecho un hueco el móvil, porque accedemos a la información que nos ubicará en la jornada, a saber, la actualidad política, los sucesos, los deportes y esas noticias capaces de sorprender al lector por lo desconcertante y la originalidad con que nos atrapan desde el texto y las imágenes.
La hablilla de esta semana se ha rendido a una de ellas de nuestro particular rodillo digital, concretamente la referida a la silla, porque no es una de las que sujetan la pared como un arbotante o se esconden bajo la mesa. Es la que recibe y hasta acurruca la ropa desechada, la que se pone, luego no convence y espera a ser guardada de nuevo formando parte del rimero que desde no se sabe cuándo sostiene la silla. La joven contaba esta historia de una forma natural, espontánea, logrando, cual reportera, dar importancia y reconocimiento al mueble más sencillo de la casa. No hemos reparado en este tetrápodo de madera desde este punto de vista hasta que alguien nos lo hamostrado con sencillez y desparpajo. Porque todos hemos visto en la de nuestros mayores y en la propia este lugar donde hemos ido dejando la ropa al cambiárnosla o al recogerla del tendedero o esperando el deslizamiento de la planchao doblada pulcramente para guardarla en su lugar. La silla, imperturbable y paciente, ha ido aligerando el peso quedándose vacía, mostrando el esqueleto en un espacio donde se ha ido apreciando la falta de algo sin ocuparse, porque al cabo de unas horas se vuelve a iniciar el ciclo.
En secreto y con la poca edad la creíamos con miedo a sostener cuerpos por haberse acostumbrado a la liviandad del vestuario. Desde la ingenuidad encubríamos nuestro temor al verla recortándose en la sombra nocturna, tratando de eliminar el parecido con un fantasma para evitar las pesadillas.
Dejando a un lado el inevitable componente fantástico, la silla era y sigue siendo un contenedor al aire libre que, según la casa y sus moradoresha ido metamorfoseándose en calzadora de dormitorio, bicicleta estática y pasamanos de escalera. En cualquier lugar y formalate la sencillez de la silla con ese toque hippy o boho que le dan los colores de la ropa, siempre vigilante y celosa de cuanto se le confía.
Hace tiempo que vuela por TikTok, pero esta joven rubia le ha dado su sitio con rigor y reconocimiento. Se lo merece.