En las Facultades de Periodismo no te enseñan -o al menos yo no lo aprendí- que las buenas noticias son menos noticias que las malas noticias. No debería ser así, pero esta ecuación es irrefutable tras la experiencia vivida en los medios en los que he trabajado o sigo habitualmente. Estamos asistiendo, de hecho, a un ejemplo formidable esta última semana. El sector aeronáutico, uno de los más castigados por los embates de la pandemia de la Covid, disfruta de un panorama dulce: India ha encargado al gigante aeronáutico europeo Airbus el mayor pedido de la historia reciente de la aviación con 500 aeronaves A320 que garantizan una rebosante carga de trabajo en las factorías de la Bahía de Cádiz y Sevilla durante la próxima década.
De la misma manera, las factorías de los astilleros Navantia en Puerto Real, Cádiz y San Fernando no recuerdan tantos pedidos desde hace lustros debido, lamentablemente, a la competencia desleal de los países asiáticos. Tanto es así que, por primera vez en mucho tiempo, la planta de la capital gaditana, dedicada a reparaciones, no cerrará ni aminorará su actividad en verano, sino que permanecerá abierta a pleno rendimiento para poder responder a los encargos recibidos.
Estas buenas noticias, sin embargo, apenas han tenido el altavoz mediático que merecían en los grandes medios nacionales de comunicación audiovisuales, digitales o escritos. En los andaluces sí han tenido cabida y han contado con el consabido despliegue en los periódicos, radios y televisiones locales. Sin embargo, se imaginan cuántas portadas acumularon antaño los cortes del puente Carranza con barricadas ardiendo y enfrentamientos directos entre trabajadores navales y la Policía Nacional cuando reclamaba la plantilla más trabajo que pusiera fin a los despidos y a la incertidumbre. Y, sin ir más lejos, se enteraron en toda España del cierre de la planta de Airbus en Puerto Real (mientras, por cierto, se potenció una súper planta en Getafe) tras la supresión de pedidos de algunos países ante el parón de la aviación mundial por el coronavirus.
Así las cosas, ante la creencia de que las malas noticias venden más, esgrimiría un estudio que leí días atrás de la revista científica PlosOne que detallaba que las buenas noticias pueden amortiguar emocionalmente los efectos de las noticias negativas. De ello podrían tomar buena nota los editores o directores de medios de comunicación y los diferentes partidos políticos que están rehuyendo del debate económico o empresarial de este país, algunos de manera interesada porque no les beneficia frente al adversario y otros de manera sorprendente porque podrían sacar pecho y no lo hacen debidamente.
