Nuestro pueblo obtuvo la independencia de Vejer un 11 de marzo de 1938, pero eso no significa que los barbateños no existiesen antes. Hay grandes trabajos de investigación que nos hablan de la aldea de Barbate, de un puerto romano e incluso de asentamientos calcolíticos. No es de extrañar, nuestro pueblo está en un enclave envidiable, si miras hacia un lado ves un Parque Natural, si miras a otro unas magníficas playas y si miras al horizonte el mar con la silueta de otro continente. Mirar hacía cualquier punto cardinal es una gozada en Barbate, por eso tanta gente se enamora de esta tierra cuando la descubre, y por eso algunos han intentado ocultar mi pueblo bajo una manta de impopularidad. Un municipio sin inversiones, con expropiaciones de terrenos para la “seguridad nacional” a cambio de limosnas y padeciendo el abandono de las instituciones superiores en los años de gestión, pero siendo parada y fonda en los meses electorales.
Esta semana tuvimos a un ilustre visitante en la Feria del Carmen, nada más y nada menos que el ministro del Interior, el señor Fernando Grande-Marlaska, quien el día que fue nombrado ministro, me causó una grata satisfacción ya que entendía que un juez curtido y conocedor de las leyes, debía ser alguien ideal para desempeñar el cargo que ostenta. Pero el señor Marlaska me demostró muy pronto que no siempre ser conocedor de los tecnicismos te hace ser un buen gobernante. Un político de izquierdas es necesario que esté con la gente de la calle. Barbate también tenía feria en 2017, y playas y, por supuesto, un magnífico Parque Natural. Me atrevería decir que Barbate era en 2017 casi lo mismo que es hoy, pero con una diferencia, tenía miles de migrantes que no había dónde acogerlos. Migrantes atendidos por nuestros vecinos y vecinas, sin materiales y a veces sin conocimientos. Un pabellón de deportes repletos de hombres y mujeres que habían llegado de ese continente de cuya silueta hablaba al comienzo de esta columna, y del que pocos gobiernos occidentales se han preocupado más allá de establecer el control estratégico y comercial engordando las arcas de sus Gobiernos. Para el señor Marlaska, aquello que vivió Barbate esos meses, no fue una “oleada” porque “estaba todo controlado”. Que decepción, señor Marlaska, algunos de los que fueron sus anfitriones esta semana, debieron olvidar aquella situación, yo no.
Es en aquel momento donde un ministro debe estar a pie de campo, tal vez de esa manera, señor Marlaska, no hubiese caído usted en ese terrible error con el que tantas veces han castigado los políticos a este pueblo, el error de mentir. Eso que para usted “estaba controlado” tenía un pabellón cubierto, una nave en el puerto llena de migrantes y un barco de servicio marítimo como catre para personas que habían venido jugándose la vida, buscando un mundo mejor y, posiblemente, muchos de ellos sometidos una vez más a las mentiras de quien sólo piensan en ganar dinero a costa de lo que haga falta. Es cierto que aquello no se volvió a repetir, e intento ser justo con el señor Marlaska, quién sabe si no se repitió o se corrigió por una gestión política de él, pero ¿por qué faltar a la realidad? Usted me decepcionó entonces, y me duele verle que este año, precisamente usted venga a mi pueblo.
Barbate no necesita visitas, necesita gestión social. Pero es difícil concienciar a un pueblo de lo que debe exigir cuando desde los medios de comunicación dan prioridad subir a un púlpito a una humorista cabreada porque a su hermano no se le ha dado la concesión de un chiringuito en Zahara, cuando el motivo es que hay más de diez ofertas mejores que la del hermano de la señora Padilla. Otra decepción. Pero hace tiempo que Barbate aprendió a no rendir pleitesía ni a políticos que mienten ni a humoristas que no hacen gracia.