La asociación nació hace casi 11 años a nivel local, con el objetivo de conseguir un desarrollo integral de la persona a través del yoga, la biodanza y otras terapias alternativas.
Actualmente son casi 30 socios y otros tantos voluntarios, entre los que hay pintores, actores y artistas de todas las modalidades así como terapeutas. Gaia se subvenciona por sí misma, es decir, son los propios voluntarios los que se pagan tanto el viaje como la estancia. Puntualmente reciben alguna ayuda por parte de Cepsa, Autoridad Portuaria o Izquierda Unida.
Hace ya casi once años, Berrocal y su marido viajaron con un grupo de voluntarios al norte de Marruecos. Allí tomaron conciencia de la injusta y deplorable situación en la que se vive en el país vecino.
Es entonces cuando los voluntarios, que también eran amigos, se dan cuenta de que es posible hacer algo, echar una mano en esta zona. “La asociación se amplía y pasa a realizar actividades no solo a nivel local, casi en una reunión de amigos” dice Berrocal.
Sus primeras incursiones en el norte de Marruecos fueron ayudando a varias congregaciones religiosas. No obstante, en un tiempo se dieron cuenta de que, aunque estas congregaciones están muy bien organizadas, tienen una serie de limitaciones y ellos quería ir más allá.
De este modo, deciden ponerse en contacto con varias asociaciones marroquíes para comenzar su trabajo de cooperación.
La ciudad escogida fue Larache, una ciudad portuaria localizada al norte de Marruecos, ubicada dentro de la región Tánger-Tetuán, donde trabajaban con niños pequeños realizando actividades de teatro, animación, maquillaje y todo lo relacionado con la cultura y el arte, ya que “a través del arte, la cultura y los niños es como se pueden cambiar las cosas”. Además, la asociación tiene como filosofía la de potenciar los recursos que ellos mismos tienen en su tierra y desterrar de ese modo el mito de que todo lo de fuera es mejor.
LABOR DE LA MUJER
Tal fue la aceptación del proyecto en Larache, que las mismas madres de los niños a los que ayudaban solicitaron también ayuda. La asociación Gaia no hizo oídos sordos a las peticiones de las mujeres y comenzaron una serie de actividades de “empoderamiento” de la mujer, es decir, “darle a la mujer una voz que estaba callada”.
Las mujeres, mediante estas actividades, toman conciencia de ellas mismas, de que son personas y necesitan tiempo para reflexionar y disfrutar, algo que en occidente es normal, pero que en algunas regiones de Marruecos, a causa de su cultura, no lo es tanto. “A veces pensamos que como sigamos así vamos a salir apaleados” bromea Berrocal.
No obstante, asegura que son un pueblo de lo más generoso, “aunque no pueden, siempre quieren regalarte cosas o invitarte a comer”. Ellos comen en casa de las familias, pero nunca permiten que sean ellos los que invitan, sino que son los voluntarios los que pagan la comida. De esa manera, a las familias les entra algo de dinero y ellos tienen “la satisfacción de convivir con un pueblo tan maravilloso”. En concreto, este mismo jueves se marchan de nuevo a Larache, para trabajar esta vez con los niños más pequeños y visitar a los jóvenes a los que antes ayudaban y que ahora son monitores allí.
PROYECTOS DE FUTURO
Para este año tienen organizados en Larache unos pasacalles y un taller de pintura de máscaras que se utilizarán luego para representar obras de teatro, además de proporcionar a los más mayores herramientas para que puedan seguir haciendo su labor.
Este año, también visitarán Cabo Verde, donde trabajarán con la Asociación de Mujeres Caboverdianas y tantearán la situación para posibles actuaciones allí, dedicadas principalmente al empoderamiento de la mujer.
PREMIO AL VOLUNTARIADO
En cuanto al premio de voluntariado recientemente recibido, Berrocal comentó que se alegra fervientemente de que se reconozcan labores como esta y que fue una gran oportunidad para conocer y compartir experiencias con otras asociaciones y personas afines, además de un empujón importante para su autoestima.
Las personas “como nosotros son muy utópicas, creemos no sólo en que podemos cambiar el mundo, sino que además creemos que lo estamos haciendo”. La presidenta asegura que “el valor de esta asociación es de los voluntarios, que llevan años trabajando con ellos de manera completamente desinteresada y siempre están ahí”.
El voluntariado en países con carencias es una manera de vivir, una filosofía de vida de un grupo de personas que, ilusionadas con que el cambio es posible, ceden su tiempo y su vida desinteresadamente.
“Nosotros no podemos hundirnos en la pena, tenemos que dar felicidad y de este modo nosotros recibimos también alegría y felicidad”, concluyó.