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Al compás de Huelva

Linces de oro, antes y ahora

No creo que Doñana esté al servicio de Huelva, sino al contrario: Huelva está haciendo multitud de sacrificios para la preservación a ultranza de Doñana

Publicado: 12/09/2023 ·
13:26
· Actualizado: 12/09/2023 · 13:26
  • Lince ibérico. -
Autor

J. S. Canales

Periodista onubense con más de medio siglo de carrera profesional y una gran dedicación a su tierra, autor de varios libros y reconocido con el Premio de Periodismo Ciudad de Huelva en 2008

Al compás de Huelva

Plasma la historia reciente de Huelva y toma el pulso de la actualidad onubense, además de ser un altavoz de las necesidades de la capital y la provincia

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A medida que pasan los años las cosas se van calentando cada vez más en Doñana y la verdad es que si no fuese por las muertes de linces, nuestro singular Parque Nacional pasaría desapercibido más allá de donde hay intereses muy concretos para que no desaparezca. Sin embargo –insisto- de un tiempo a esta parte Doñana está en el punto de mira de la mismísima Europa, que como se hacía público no hace mucho cuestionaba precisamente que las cosas no se están haciendo allí como está mandado…

Las cosas así, yo no creo que Doñana esté al servicio de Huelva, sino más bien al contrario: que Huelva está haciendo multitud de sacrificios para la preservación a ultranza de Doñana, mientras que su entorno está prácticamente hipotecado ante todo aquello que suponga modernidad y/o progreso para todos aquéllos núcleos de población, empezando por Almonte, al que niegan incluso la posibilidad de comunicarse siquiera por el litoral y a base de vehículos respetuosos con lo que el Parque Nacional representa y lo que viene a confirmar aquella figura de coto que le dio nombre desde sus orígenes.

Las cosas así, en medio de un curioso rifirrafe precisamente entre el Ayuntamiento de Almonte y la Estación Biológica de Doñana, me encuentro con la noticia de que el Gobierno Central acaba de presentar a la Unión Europea un nuevo proyecto ‘Life’ para la conservación del lince ibérico, la gran estrella de Doñana, que aspira a convertirse en el más ambicioso de todos los gestionados hasta ahora por España, tanto por su importe, cercano nada más y nada menos que a los 50 millones de euros, como por el número de socios implicados. Todo ello en plena crisis y cuando los linces nacen y mueren como por encantamiento, atropellados incluso en las autopistas -por lo visto nadie cae en la cuenta de que son nómadas por antonomasia- y a manos de cazadores desaprensivos que a lo mejor pagan su cabreo a la vista de estos alardes tan fastuosos mientras el paro asfixia a la gente de su pueblo.

Leo que este ‘Life’ será el tercero consecutivo que gestionaría la Junta de Andalucía, comunidad autónoma en la que sobreviven las únicas poblaciones de este felino, y tendrá como otros socios beneficiarios a Portugal, al Organismo Autónomo Parques Nacionales de España y a Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia. El nuevo ‘Life’ extenderá a casi dos décadas los proyectos financiados por la Unión Europea para evitar la desaparición del lince, del que sobreviven algo más de 200 ejemplares en Sierra Morena y otros 60 en Doñana. Los dos programas que ya ha gestionado la Junta de Andalucía han  permitido aumentar ambas poblaciones mediante actuaciones convencionales, que abarcan desde la mejora de hábitats a la corrección de infraestructuras.

Bueno, esto último quiere decir que pronto volverán a levantar trozos de la carretera de Mazagón a Matalascañas -y puede que también en otras vías más- para construir lo que hábilmente denominan como pasos de fauna, unas obras cuyos montantes económicos deberían ser destinados a mejorar la seguridad en numerosas carreteras de rango provincial, autonómico o nacional y retirar esos numerosos carteles que nos anuncian la proximidad a tramos de concentración de accidentes y la terminación de los mismos.

Me imagino a más de un ecologista acordándose de mi familia y yo también me acuerdo de ellos y de las autoridades que aceptan estas imposiciones en lugar de velar por la seguridad en esas carreteras, donde los firmes están bastante deteriorados y sólo se producen chapuceros parcheos frente a la meticulosidad con la que son construidos esos pasos de fauna que suponen la consideración del ya impopular felino como “linces de oro”. A precio de oro, efectivamente, pagamos su supervivencia. Dicen que mueren porque cada vez hay más carreteras y mantienen que suprimiendo esas carreteras se contribuiría a la mejora de sus hábitats, lo que quiere decir que un lince se cotiza a precio de oro y por encima de quienes, ahora con la crisis y antes de existir la crisis, se tienen y siguen teniendo que supervivir a base de las limosnas o ayudas al paro.

(La historia y gran parte del relato corresponden a octubre de 2010 y su vigencia solo es cuestión de matices y cifras y centrándome en 2023 todavía hay que sumar nuevos elementos que refuerzan la complicada historia de este espacio -sobre todo el agua- que, además, a pesar de las ayudas externas que puedan llegar, complican la vida en su entorno).

 

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