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La feria a la que se baja

Alucinan los Erasmus cuando nada más llegar a Jaén, al poco, se encuentran a modo de cortocircuito una parálisis académica

  • La feria a la que se baja. -

Alucinan los Erasmus cuando nada más llegar a Jaén, al poco, se encuentran a modo de cortocircuito una parálisis académica que les obliga casi forzadamente a pasárselo bien y disfrutar lejos del Campus de las Lagunillas. Diversión por obligación.

Quienes estudiamos en la UJA sabemos que las clases no toman oficialidad hasta después de San Lucas. Que es como decir que se empieza a aprender casi en noviembre porque octubre trae en su mitad nuestra feria, y eso no hay jiennense que lo pase por alto. Aunque bajen las temperaturas o se ponga a llover a mares, pero nuestra feria es la que es y así la aprendimos a vivir de pequeños.

Tiene San Lucas mucho de especial y todo de diferente. Rompe moldes y en nada se parece a las ferias andaluzas convencionales. Aquí tan pronto se ve a una jiennense vestida de gitana con botas de agua, que puedes estar en una caseta y a las cuatro de la mañana la carpa sale volando porque se la lleva el viento. 

Entre el nuevo Oliva Arena y el nuevo La Victoria que realmente no es tan nuevo porque tiene ya más de dos décadas, el tráfico se colapsa. Las luces de la noria se divisan casi desde Mancha Real, elevando al cielo el multicolor de nuestros días de fiesta. 

Aquí se rompe el paseíllo bajo los acordes de “Churumbelerías” en La Alameda bajo la consigna de San Lucas y cierra España, inmortalizando por siempre a la obra del Maestro Cebrián y en ese mismo parque donde está la plaza de toros , nos invade la nostalgia de un campo hípico que vivió el prestigio de un concurso que dio categoría a Jaén en la equitación española durante décadas y que hoy sólo se conserva en el recuerdo.

Ríos de gentes colapsan el Portillo de San Jerónimo en una misma dirección, sin saber que, bajo sus arcos, en otros tiempos el olor de la feria de ganado daba verdadero sentido a San Lucas.Y en Bernabé Soriano, en su número 25, La Económica permanece y resiste al paso del tiempo sin que muchos sepan que hoy San Lucas existe y se perpetúa gracias a una propuesta surgida en esa entidad hace casi doscientos años.

Es la de San Lucas una feria genuina. La que los jiennenses vivimos y los foráneos disfrutan. La que te rompe los esquemas. La que pone el punto final al calendario festivo en España. Es tan distinta a las demás que, siguiendo la norma no escrita de esta ciudad, también el recinto ferial está en cuesta. Esa cuesta que se hace interminable subirla y que realmente finaliza cuando se llega a Puerta Barrera cuando uno busca la vuelta a casa porque el cuerpo se rinde y pide una tregua.

Es la feria a la que no se va, porque es la feria a la que expresamente se baja. Quizás sea la única de España con esa extravagancia. La única andaluza que se festeja en otoño. Y este año añade otra distinción más, porque es la feria más larga: doce días de fiesta en una ciudad cuyo himno, en su última estrofa canta a voz en grito, en versos de Federico de Mendizábal justo las dos palabras que figuran en la cabecera de este periódico y que el 18 de octubre resuenan más que nunca en todo el año: ¡Viva Jaén!

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