La historia que cuenta Corazón de perro no puede ser más disparatada: el profesor Filipp Filippovich Preobrazhensky, un científico que investiga el rejuvenecimiento humano, encuentra en medio de una nevada a un perro vagabundo al que adopta y decide implantar los testículos y la glándula pituitaria de un difunto.
La intervención no conduce, sin embargo, al rejuvenecimiento del animal sino que le humaniza: el can empieza a caminar sobre las patas traseras y va finalmente adoptando aspecto humano al punto que exige a su padre que le dé documentos de identidad.
Integrado en la nueva sociedad, es nombrado al frente del departamento encargado de limpiar a la ciudad de animales vagabundos.
No hace falta mucha imaginación para ver en la obra de Bulgakov una crítica de los intentos soviéticos de crear al “hombre nuevo”, lo cual explica el que las autoridades prohibieran la novela, escrita en 1925.