La Corrala de Santiago, acogió el viernes, al filo de un otoño que no termina de despertar, la actuación de los hermanos Soler. Granada es una tierra de talento. Tan solo musicalmente podemos presumir de una nómina bien extensa. Hay roqueros y jazzistas, cantautores y flamencos, salseros y heavys hasta perder la cuenta, pero Miguel Soler solo hay uno; uno e incalificable. Miguel se encuentra entre la canción de autor y el flamenco, podíamos decir; Miguel es la sensibilidad personificada; Miguel es sencillo e inocente; Miguel es muy de Granada y muy del cielo.
Lo acompañó su hermano Rafael a la guitarra. Igualmente sensible y moderado. Sus manos apenas parece que rozan la guitarra, y sin embargo suena. Rico en arpegios, almohada a su hermano hasta lograr la integración total, un tándem inseparable, los dos hemisferios de un alma compartida.
En la Corrala, delante de un centenar de personas (unas conocidas, que seguimos los hilos que teje desde sus entrañas; otros no, que descubren a un mundo fuera del mundo, a un tiempo fuera del tiempo, que sin remedio se unen al grupo de incondicionales), Miguel Soler presenta su segundo trabajo, ‘Sobre el silencio’, que, como el primero, ‘Sentimiento’, que lleva trabajando y alimentando desde 2015, reúne a una serie de poetas que le llenan, que son de verso fácil y composición redonda, apto para todos los públicos, donde el amor, en todas sus esferas, es protagonista. Así, recoge poetas como Miguel Hernández, con el que comenzó el recital; los granadinos Federico García Lorca y Rafael Guillén; ‘La Paloma’ de Alberti y los sonetos de Antonio Gala, hasta remontarse a Lope de Vega. Algunos poemas venían ya con música (bastantes de Serrat), en su visión personalísima; otros han sido versionados por ellos, con su entrañable toque. Cada canción era presentada de manera humilde, personal, con la gracia tan especial que brinda la candidez.
Pero, por encima de todo, destaca en Miguel su interpretación, con esa voz potente y delicada; clara y abierta; de terciopelo y taracea. Destaca su manera de hacer, donde se vuelca por completo, donde, con su gran figura, abarca todo el escenario y parece que cuenta sus penas, sus amores y sus recuerdos a cada uno de los espectadores. Varios de los temas fueron dedicados: a Antonio Trinidad, a Víctor Olmedo, a Mercedes Elorza… y a todos los presentes; pero todos gozaron del mismo abrazo y de igual sentimiento hasta llegar a las lágrimas, como le ocurrió con el ‘Romance de Curro el Palmo’.
Como bis (pues el público mesmerizado, no dejaba que se fueran) improvisó, fuera de programa, ‘Procuro olvidarte’, del gran compositor jerezano Manuel Alejandro, dejando que todos los presentes salieran con el corazón un poquito más hinchado que cuando entraron al exclusivo patio de la Corrala.
