Para aquellos a quienes toda esta terminología les suene extraña, laico es aquella persona que no ha recibido órdenes clericales; por lo tanto, término atribuible a los más beatos y beatas, es decir, a todos los que no han recibido órdenes sagradas o no han sido tonsurados, según la antigua terminología eclesiástica. Para que nos entiendan, al pueblo llano y sencillo que no viste sotana o hábito clerical.
Por su parte, el artículo dieciséis de la Constitución consagra –que nunca viene de más recordarlo a estas alturas de vida–, que se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. Luego en principio, tan democrático resulta apuntarse al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a la Unión General de Trabajadores (UGT) o a la Asociación de la Medalla Milagrosa, si bien, aquellos parecen que deben sostenerse con cargo a los presupuestos del Estado y ésta sufragarse la mayor de las veces con cargo al pírrico monedero de las pías congregantes.
Lo que la Constitución consagra es que ninguna confesión tendrá el carácter de estatal, es decir, que el Estado no será congregante de la Medalla Milagrosa, lo que ciertamente es de agradecer. Pero cuestión distinta es que el Estado sea irreligioso, o lo que es lo mismo, opuesto o enfrentado al espíritu de la religión, o incluso más allá, falto de religión ya que ello contraviene la libertad religiosa y de culto de los individuos y las comunidades.
En los últimos tiempos asistimos a que la izquierda marimandona (y ojo, con todos los respetos, doña Bibiana, marimandón no figura en el diccionario… más vale que ponga inmediato remedio), ha decidido que quiere ser laica e irreligiosa pero, para su desgracia, les traiciona el subconsciente o el inconsciente, qué sé yo. La práctica totalidad de la feligresía laica dominante'(salvo contadísimas excepciones) estudiaron en colegios religiosos, acudieron a retiros espirituales en su mocedad y accedieron a la Universidad gracias a becas del famoso Movimiento de Franco.
Pretenden, y llevan ya tiempo, tratando de componer su propia liturgia, sus propios mandamientos, favoreciendo y fomentando tras el escudo del imperio de la ley estructuras mentales y personales acordes a su exclusiva y excluyente manera de pensar, como la última invención de equiparar, a través de la Disposición Adicional 64ª de los Presupuestos Generales del Estado para 2009 a las familias monoparentales con dos hijos como si de familias numerosas se tratara.
Para muchos como yo, el concepto de libertad religiosa es otra cosa, es la expresión de una efectiva comprensión del Estado al servicio de la dignidad y libertad de los hombres. La verdadera competencia del Estado no es definir religiones verdaderas o imponer ideologías según su conveniencia o interés sino defender, promover y posibilitar el ejercicio de la libertad y de los derechos de los ciudadanos de cualquier ideología o religión, siempre con la sana y noble intención de establecer un verdadero espacio de convivencia y paz.