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Miércoles 27/11/2024
 

El Puerto

‘Vacaciones en paz’, cada vez más difíciles para los portuenses

A pesar de ello, este año una veintena de saharauis han podido venir a la ciudad de El Puerto para disfrutar del programa

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  • FAMILIA -

Mahmud tiene once años, es moreno, alto y demasiado delgado para su edad. Le encanta la playa, la piscina y jugar a la pelota y, aunque es bastante tímido al principio, poco a poco, y a medida que pasa el tiempo, se va desenvolviendo y haciéndose al entorno. Es, en líneas generales, el perfil de uno de los niños saharauis que este año, por segunda vez, disfruta de sus ‘Vacaciones en paz’ en El Puerto. Uno de un total de 20 niños, a los que se suman los cuatro acogidos por la entidad Afanas.

Manuel Jesús y Loli son sus padres de acogida este verano. Matrimonio del poblado de Doña Blanca que este año, y por primera vez, han formado parte de este programa de Amal Esperanza. “La verdad es que llevábamos algunos años pensándolo y como ahora tres de nuestros hijos son mayores y viven fuera, pues decidimos que éste era el momento de vivir esta experiencia”, han comentado. Experiencia que valoran muy positivamente y, de hecho, creen que repetirán el próximo verano. “Nos está encantando porque además de estar con él y conocerlo, esto les permite a estos niños salir del Sáhara en verano, donde sufren temperaturas muy extremas”.

Las ‘Vacaciones en paz’ comenzaron a finales del pasado mes de junio cuando llegaron a nuestra ciudad los pequeños saharauis. Las primeras jornadas consistieron, sobre todo, en revisiones médicas para verificar las carencias y deficiencias que presentan los saharauis cuando llegan. “Sobre todo lo que se suele encontrar son carencias de hierro y en el caso de que se detecte algo más grave, ya se suele mandar al especialista como se han dado casos de niños que han tenido que ir al cardiólogo o al oftalmólogo”, ha explicado la responsable del programa, Mili de la Cruz. Asimismo, los saharauis también suelen acudir al dentista.  

Otra de las peculiaridades de este programa es el choque cultural que supone para los pequeños llegar a unas viviendas que cuentan con algo tan común como el agua corriente. “Mahmud al haber estado ya aquí el año pasado, no le sorprendía tanto el hecho de que saliese agua por el grifo, pero lo que sí hemos notado es la concienciación de la importancia de disponer de agua corriente, ya que cuando el grifo se queda abierto algo más de la cuenta, inmediatamente lo está cerrando”, ha subrayado la familia.

Lo mismo ha ocurrido con el tema del reciclaje. “Aquí tenemos la costumbre de reciclar y desde el primer día le enseñamos qué iba en qué contenedor y la verdad es que lo ha aprendido muy rápidamente”, comenta impresionada la familia.

Y es que, a pesar de su corta edad, el niño se desenvuelve bien, no sólo en español, sino también en otros idiomas como el francés. “A veces, y creemos que es por el acento que tenemos, no se entera muy bien, pero si se lo explicas y le hablas despacio, te entiende perfectamente”, puntualizan Loli y Manuel Jesús que añaden que “estuvo interno en un colegio en Francia, por lo que muchas veces lo escuchamos hablar en francés”.

Este verano, y a pesar de ser su segundo año, a Mahmud aún ha habido cosas que han conseguido impresionarle. “Le dijimos que íbamos a ir al cine y empezó a preguntar qué era aquello y nosotros le explicamos que era como una tele pero mucho más grande y se escuchaba más fuerte… pero la verdad es que cuando llegó allí y lo vio estaba alucinando porque pensamos que no se lo podía imaginar así, y ahora nos pregunta que cuándo vamos a volver a ir”, indica la familia. Los tractores y los patines también se suman a la lista de cosas que le han llamado la atención al pequeño saharaui.

En relación a las comidas, Loli ha señalado que Mahmud come de todo, aunque, evidentemente, y como suele ocurrir con todos los niños, hay preferencias. “Todo lo que es cuchareo, le encanta, no pone pegas y creemos que es porque está acostumbrado en su tierra a comerlo y también las pipas, podría pasarse todo el día comiéndolas”. Sin embargo, el pescado o las comidas picantes no le atraen.

A finales del mes de agosto, los niños iniciarán su partida, lo que ya está planteando algunas interrogantes de cara al año próximo. “Mahmud cumple el año que viene 12 y ya nos ha preguntado si nosotros volveremos a acoger a un niño saharaui, porque si no pudiera venir él, le gustaría que su hermana pequeña se quedara con nosotros”, ha comentado la familia.

Asimismo, y a lo largo de estas semanas, las familias portuenses y los niños saharauis van preparando la caja. “La caja se ha convertido en algo muy importante para los niños. Por una parte, se llevan algunos regalitos para sus familias, para sus padres y sus hermanos, y, además, meten algunas cosas que les serán útiles de cara a pasar el invierno en el Sáhara, que son bastante duros, como ropa de abrigo y cómoda. También se suelen llevar alimentos no perecederos que hayan probado aquí. Lo más normal es que se lleven nocilla, colacao, leche condensada, miel… o bien artículos que no suelen encontrar allí o que son caros como estropajos o medicamentos genéricos, por ejemplo”, ha enumerado Mili de la Cruz.

Este verano, y un año más, este programa ha podido desarrollarse en El Puerto. Aunque desde la asociación Amal Esperanza han afirmado que cada vez resulta más difícil contar con familias de acogida, lo cierto es que confían que año tras año las familias se mantengan o, incluso, aumenten. Esto, sin lugar a dudas, podrá seguir garantizando que estos pequeños puedan seguir disfrutando de sus ‘Vacaciones en paz’.

Programa

A pesar de la situación tan complicada que viven muchas familias de acogida, el proyecto solidario de ‘Vacaciones en paz’, uno de los más importantes de la sociedad civil española, continúa. Desde la asociación Amal Esperanza pretenden seguir profundizando las relaciones de amistad del pueblo portuense con el saharaui, y mejorar la calidad de vida (sanitaria y alimenticia) de la población infantil saharaui. “No podemos olvidar que están obligados a sobrevivir exiliados juntos a sus familias (son unas 200.000 personas), desde hace ya 36 años, en unos campamentos de refugiados en lo más duro del desierto del Sahara”, explican desde la asociación.

Igualmente, subrayan que los niños aharauis representan a un pueblo exiliado, refugiado y a la espera de que se ponga en marcha la legalidad internacional. Esto supondría que Naciones Unidas exigiera a Marruecos que la cumpla y no bloquee la misma, pudiéndose celebrar el tan esperado Referéndum de Autodeterminación que permita al pueblo saharaui decidir en libertad su futuro, en un Sahara libre e independiente.

Son también el testimonio de esos otros saharauis que viven en los territorios ocupados por Marruecos del Sahara Occidental, y que son noticia permanente en los diferentes medios de comunicación, porque sus derechos humanos están siendo permanentemente violados por el Reino de Marruecos.

Mientras tanto, y mientras esto no se convierta en una realidad, los saharauis se verán obligados a permanecer en los campos de refugiados, ubicados en los campamentos de Tinduf.

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