El sábado hizo diez años que el flamenco perdió a una de sus leyendas, La Paquera de Jerez, una mujer espontánea, de voz arrasadora, que en cualquier lugar cantaba como en el patio de su casa y que dejó una impronta imborrable, especialmente en el cante por bulerías.
Una voz que no han olvidado los aficionados al cante ni quienes la conocieron, como el periodista José Marín Carmona, que hoy presenta en la ciudad natal de la cantaora su libro "La Paquera de Jerez, del llanto y del goce".
Un libro en el que reúne las entrevistas que le hizo a lo largo de su vida, poemas que le han dedicado, reseñas de sus discos o de sus conciertos y otros documentos para recordar a esta figura del flamenco que murió a los 70 años, el 26 de abril de 2004, en la ciudad en la que nació.
"La Paquera de Jerez es uno de esos personajes insustituibles, fue una mujer apasionada por el cante desde niña", explica a Efe el autor de este libro que toma su título de las palabras con las que definió su cante el poeta gaditano José Luis Tejada.
En el prólogo a este volumen, Juan de la Plata, director de la Cátedra de Flamencología de Jerez, la recuerda como un ser "entrañable, natural y sencillo" que "se transformaba como un trueno cuando su garganta echaba fuera aquel "¡aly, aly!" de su bulería que destrozaba los tímpanos de los oídos".
Su memoria "permanece aún completamente viva y pimpante, en el recuerdo de los aficionados flamencos", añade Juan de la Plata, que recuerda cómo llevaba con orgullo su apellido artístico, de Jerez, y cómo exigía que lo pusieran en los carteles, en los programas y en sus discos.
La Paquera "era por excelencia la voz de Jerez cantando a la rosa de los vientos", sonaba "a fiesta y a repique de campanas" y se convertía "en traca de cohetes y fuegos artificiales" surgidos "de la feria permanente que guardaba en su garganta de privilegio", añade el director de la cátedra de Flamencología de Jerez.
Hija de gitano y paya, Francisca Méndez Garrido nació el 23 de marzo de 1934 en el barrio de San Miguel de Jerez dentro de una familia de tradición cantaora.
Desde niña se dedicó a cantar en fiestas, bautizos, bodas o cualquier otro evento y a los 17 años ya era popular en su ciudad.
El salto llegó en 1957 cuando debutó en la tablao madrileño "El Corral de la Morería".
A partir de ahí comenzó a grabar discos y recorrió España entera. "No fue a América porque le daba miedo coger aviones, aunque al final de su vida se lió la manta a la cabeza y fue a cantar a Japón", cuenta José Marín Carmona.
"La Paquera de Jerez" se granjeó una legión de admiradores del torrente de su voz, pero ella "jamás se subió a un escenario como una 'prima donna', siempre cantaba como si estuviera en el patio de su casa", siempre de pie, agarrada su mano derecha a una silla que, con su temperamento, a veces levantaba y dejaba caer, recuerda el autor del libro.
Desde finales de los setenta, sus actuaciones se ciñeron a festivales y recitales en peñas flamencas, como la III Bienal de Arte Flamenco Ciudad de Sevilla, en 1984, o la III Cumbre Flamenca de Madrid, dos años más tarde.
Medalla de Oro de las Bellas Artes, Premio Niña de los Peines e hija predilecta de su ciudad natal, La Paquera de Jerez se ha quedado por encima de todos los reconocimientos con el título de "reina de la bulería", "un cante que nadie hará jamás como ella lo hacía, como ella lo decía; como ella lo lanzara con la fuerza de un cañón", dice Juan de la Plata.
Diez años después de su muerte el flamenco aún siente el llanto de su ausencia y el goce de su legado.