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Punta Umbría

La sección oficial de Málaga pasa de una comedia gamberra al drama del acoso

La sección competitiva del Festival de Cine Español de Málaga pasó ayer de una comedia gamberra de universitarios al estilo de las americanas pero rodada a la española, Fuga de cerebros, de Fernando González Molina, a un drama sobre el acoso escolar, Bullying, de Josecho San Mateo.

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La sección competitiva del Festival de Cine Español de Málaga pasó ayer de una comedia gamberra de universitarios al estilo de las americanas pero rodada a la española, Fuga de cerebros, de Fernando González Molina, a un drama sobre el acoso escolar, Bullying, de Josecho San Mateo. 

En Fuga de cerebros, Emilio (Mario Casas) está enamorado desde su niñez de Natalia (Amaia Salamanca) y cuando ésta obtiene una beca para estudiar en Oxford no duda junto a sus amigos Chuli (Alberto Amarilla), Corneto (Pablo Penedo), Ruedas (Gorka Lasaosa) y Cabra (Canco Rodríguez), en seguir sus pasos hacia esa universidad para conseguir su amor. 

González Molina no rehuye las etiquetas y admite que el objetivo era “trasladar la comedia americana de calidad a los parámetros españoles”. 

“Es sobre todo una película para entretener y para que la gente se olvide de los problemas, y no pretende ser nada más”, comentó en rueda de prensa el director, que se ha declarado “a favor de las películas comerciales y de palomitas”. 

Por ello, espera que el público “llene los cines y se ría” con Fuga de cerebros, dijo González Molina, que reivindicó a “la gente de la tele”, un medio “en el que hay talento, pero a veces no hay ni tiempo ni dinero”. 

Mientras, en Bullying, Jordi (Albert Carbó) es un adolescente que acaba de perder a su padre y, junto a su madre (Laura Conejero), comienza una nueva vida en una gran ciudad, Barcelona, en la que sufrirá las agresiones y amenazas de Nacho (Joan Carles Suau), un compañero del instituto. 

Desde el principio del proyecto, Josecho San Mateo se planteó rodar una película “sin medias tintas”, porque consideraba fundamental “entrar a saco y producir un malestar y un miedo latente en el público, además de en el protagonista”. 

Por ello, ha ido “al máximo de lo que se podía llegar”, e incluso al conocer casos reales cree que a veces se ha “quedado corto”, según el director, que añade que en algunos momentos “se llega a extremos fuertes, pero para que quede el poso hay que vomitar”.

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