El barrio de la Viña se hace centro por un día en Cádiz. Su cofradía sale de las calles viñeras para conquistar el cariño del casco histórico de la ciudad. Para ello, un año más, desde bien temprano, el gentío en la calle de la Palma hacía vislumbrar que era día grande para los viñeros.
El sol brillaba en un cielo despejado y nadie miraba si las nubes del Lunes Santo gaditano se volverían caprichosas y estropearían uno de los días grandes del barrio. Pero aunque nadie miraba al cielo, el sonido de la apertura de la puerta de la Iglesia de La Palma hizo que el rumor de la calle se tornara en bullicio de alegria. A partir de ahí, los primeros penitentes de capa comenzaron a desfilar, dando sus primeros pasos en busca de la Santa Iglesia Catedral.
Ante la atenta mirada del hermano mayor, que iba supervisando cada movimiento de sus hermanos mientras formaban el cortejo, el paso del Santísimo Cristo de la Misericordia ponía sus maniguetas en el dintel de la Iglesia en una maniobra complicada que salcaron con la pericia que da la experiencia de una buena cuadrilla.
Y ante la primera levantá, los primeros aplausos del barrio. Aplausos con mezcla de alegría y nerviosismo por la espera. Y detrás, la penitencia. Una larga fila de gente anónima que lleva su plegaria en forma de penitencia.
Minutos más tardes, el palio con la imagen de María Santísima de Las Penas se ponía en la puerta para comenzar su andadura camino al Primer Templo gaditano.
Los sones de la primera marcha, Virgen de la Palma, y las primeras ‘arrancás’ de la cuadrilla a los sones de la marcha provocaron los aplausos y los gritos de un público entregado a los encantos de su Virgen.
A partir de ahí, la Cofradía viñera desfiló por las calles del casco histórico de la ciudad acompañada de un numeroso público y de gran espectación, haciendo Estación de Penitencia en la Santa Iglesia Catedral ante una plaza abarrotada de gente que parecía que se había quedado huérfana de cofradías el día anterior por culpa de la lluvia.
La Hermandad estaba en la calle, aunque eso no era una señal de que la lluvia, ese gran enemigo de los cofrades, no hiciera acto de presencia hasta que el cortejo llegara nuevamente al barrio viñero. Por eso, la junta de gobierno, antes de salir había decidido modificar su itinerario inicial con el objetivo de estar de regreso en su templo antes de la media noche.