¿En qué quedamos?, ¿Primero está España, o el Partido?
La pescadilla que se muerde la cola.
Como siempre hemos defendido y ahora más si cabe, en política como en cualquier otra faceta de la vida,la honradez canta por sí sola, mientras que las palabras a medias sólo son remiendos de frivolidad y lo único que suelen añadir es confusión.
Muy confuso tiene que estar un partido político de izquierdas cuando se producen acontecimientos como los de esta última semana, a través de los que, claramente, se enrarece hartamente postulados que en su origen estaban destinados a favorecer a las ´clases´ trabajadoras, el equilibrio y la justicia social; valores que vienen sufriendo desde hace años un declive progresivo e imparable, propiciado por políticas destinadas a unos pocos.
No recordamos, en democracia, un periodo tan largo, vasto y virulento en corrupción como el actual, del que llevamos una rémora sangrante a tenor de la lentitud de los procesos y de las zancadillas que desde el poder se pone a la propia justicia y, tan delirante, que hasta un partido político ha sido encausado en cuestiones de encubrimiento y obstaculación a los propios tribunales.
Venimos a enterarnos que quienes han dirigido el FMI, presidido entidades bancarias históricas,políticos de primera y un sinfín de colaterales subsidiarios y afines interminable, han respondido o están respondiendo ante la justicia como colofón de una época de desmanes y descontrol institucional y ante la que únicamente,de parte de los máximos responsables del gobierno, se ha venido intentado salvar el pellejo.
¿Cómo se llama a eso? ¿España o el partido?, sea éste el que sea.
No, señores y señoras. El partido político que quiera velar por los intereses de su sociedad, antes ha de dar ejemplo. Antes ha de estar limpio de polvo y paja. Antes, ha de velar porque los intereses de sus componentes pase por el filtro de la honestidad y fidelidad a los principios que prometen o juran al adquirir su cargo, que no es sino el orden constitucional – órgano supremo de toda democracia – y la justa y exigible necesidad de una conducta impoluta,acompañada de una continuada preocupación por la defensa de la equidad y justicia social.
Todo lo demás son remiendos.
Normalmente se cose cuando algo se ha roto. Pero da la casualidad que hay muchos rotos en la sociedad: Jóvenes sin trabajo. Padres y madres de familia que no tienen para comer. Desahuciados por la avaricia del capital. Emigrantes forzosos. Sueldos ridículos y proclives a la explotación. Inanición cultural. Leyes leoninas de montes…,(paramos aquí).
La pregunta es: ¿realmente hay que abstenerse ante tanta barbarie?
Si realmente España es lo que cuenta, no parece que lo mencionado anteriormente propicie una mirada hacia otro lado. No parece que sea la abstención el remedio a tantos interrogantes.
La lucha por la libertad y los derechos sociales en los que hemos avanzado afortunadamente desde que se instauró la democracia – hay que reconocerlo –, son valores perfectamente tangibles. Sería un contrasentido que fueran denostados por disciplinas de partido, “golpes de estado internos”, o por simple avaricia e interés personal de poder.
Si las dimisiones de cargos públicos fueran más consecuentes con la realidad y ordenadas dentro del código ético, estatutos de los partidos y la Ley, probablemente cantaríamos más que coseríamos. Porque lucha existe y de poder, también.
¿Qué respuesta hay a que una sociedad, con treinta años de historia gobernada por un partido político, venga a ostentar hoy día los mayores índices de paro de toda la geografía? ¿Coser?
¿Qué potestad y credibilidad ha de concederse a un/a gobernante, cuando es la justicia quien tiene que abrir la caja de pandora de la corrupción dentro de su partido?
Ante esta serie de interrogantes a pie de calle, no podemos sino imaginar que detrás de tanto movimiento, entradas y salidas, verdades a medias y encubrimientos declarados, existe una imprecisa definición de qué es lo primero: Coser o cantar.
Hay voces que quieren mantenerse, negativas ante tanto ´descuadre´ que se reafirman. Y desde luego, sigue habiendo palabras. Muchas, y más si son necesarias. Sólo, que detrás de las palabras – esta vez verdaderas – ha de haber entendimiento y acuerdo, porque el bipartidismo ya no es una manera de representar a toda la sociedad.
Quizá no hayamos tenido nunca hasta ahora la posibilidad de un abanico tan amplio de voces. Quizá la pluralidad nos asuste. Pero en la diversidad, aunados por la Ley, aquella Constitución y un poco de sentido común, en el que la unidad, colaboración y justicia prime, quizá podamos cantar.
Arcos
Coser y cantar
"No recordamos, en democracia, un periodo tan largo, vasto y virulento en corrupción como el actual, del que llevamos una rémora sangrante..."
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