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Jueves 31/10/2024
 

Sevilla

El cupo del Alcázar

Mientras el delegado de Turismo preconiza limitar las visitas al Alcázar, el arquitecto y el arqueólogo recomiendan incrementarlas

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  • Alcázar -

Ya han filtrado una recreación virtual de cómo quedarían la Puerta y el Patio del León del Alcázar cuando se ejecute el proyecto de demolición de las casas adosadas al interior de la muralla y la destrucción de los cuatro cuarteles de arrayán y de otras plantas existentes, con el posible indulto a última hora de los casi centenarios palos borracho, tal como ha venido informando desde el principio Viva Sevilla.

Expertos independientes han expresado al respecto lo siguiente: “La imagen virtual es un horror, que será en lo que se va a convertir ese espacio de entrada, que siempre ha sido agradable como tránsito al Patio de la Montería posterior”.

Con el falso argumento de que eliminando todas las construcciones contemporáneas existentes, cuando alguna data al menos del siglo XVIII, los visitantes se encontrarían con una entrada mucho más fiel a la que hubieran encontrado en la época del rey Pedro I, se trata de justificar, en línea con todo lo que hemos venido publicando al respecto, la entrada de la piqueta en un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que teóricamente era intocable.


La recreación virtual muestra un espacio de una dureza que recuerda a la de las inhóspitas plazas sin vegetación que se construyeron en la ciudad en vísperas de la Expo’92, como la de Armas y la explanada de Santa Justa, pero si París bien valía una misa para Enrique IV, para la actual dirección del Alcázar encabezada por Bernardo Bueno llenar de más turistas el monumento a costa de acabar con casas dieciochescas y los setos de arrayán justifica cualquier tipo de intervención, con barniz arqueológico como coartada.

Causa y consecuencia

El argumentario periodístico que se ofrece junto a la imagen de la dura recreación virtual insiste en la tesis de la supuesta necesidad de la actuación, con la consecuencia sobrevenida del resto de intervenciones en cadena. Estas, a su vez, tienen como consecuencia supuestamente inocente que se multiplicarán las posibilidades de explotar turísticamente aún más el Alcázar, el auténtico  “ leit motiv” de todo este plan.

Volvemos a subrayar que se disfraza como consecuencia la causa de la intervención: incrementar el número de turistas en el Alcázar para así satisfacer las demandas del todopoderoso “lobby” turístico local y también los ingresos que el monumento genera para el Ayuntamiento (son sus fondos los que sufragan los programas de conservación de las Casas Consistoriales y de otros bienes municipales) al margen del impacto patrimonial de la misma.

Así, como quien no quiere la cosa, se proclama lo siguiente: “Estas operaciones no son objeto de este proyecto, pero sin duda serán la consecuencia  inevitable (atención a esta palabra) de la eliminación del acceso actual a través de la Puerta del León, y habría que acometerlas o bien ahora o en un futuro cercano. Otra cosa no se entendería”.

¿Y qué otra cosa no se entendería?

Pues ya que van a dejar expedito un lienzo de la muralla, ¿por qué no aprovechar esa consecuencia para incluir en el circuito turístico una visita a las murallas y así se incrementa la oferta, el tiempo de estancia y por ende la caja que genera el Alcázar?

Réplicas

Hay, empero, algún “pequeño” problema que subsanar. Por ejemplo, en el sector oriental han desaparecido la mayoría de las almenas originales. ¿Solución? Se plantea lisa y llanamente su reconstrucción, “ya que el modelo -dicen- es bien conocido y no existe motivo alguno para que no sean respuestas en un lugar que desde ahora se convertiría en uno de los referentes turísticos de la ciudad”. Y se añade: “Hemos detectado huellas de dichas reposiciones en el siglo XIV, en el XVIII y en los años 60 (por Félix Hernández) en el mismo lienzo”.

Atención a la contradicción: en el proyecto se trata de justificar la demolición de casas del siglo XVIII adosadas a la muralla y que sirven actualmente de estructura de acogida para los turistas que acceden al monumento, pero no hay el menor empacho en inventarse unas almenas de réplica para esos mismos turistas, en cuyo nombre se hace todo, una cosa y su contraria.

Otro “pequeño” problema es que no hay escaleras para acceder a la muralla. La solución, una vez más, es la consecuencia de otra intervención, que se presenta como necesaria o inevitable: la reparación de las torres, ya que según los redactores del proyecto se encuentran muy alteradas por las obras realizadas por Félix Hernández en la década de los 60 del siglo pasado. A juicio de los promotores, debería retirarse el enfoscado interior hecho con mortero de cemento y bien dejar a la vista la fábrica, como al exterior, o echar un enfoscado más adecuado de mortero de cal.
Y, de paso, se habilitarían escaleras para que los turistas suban a las cámaras y al adarve de las torres.

Si las torres están tan mal por obras realizadas casi a mitad del siglo pasado, ¿cómo la dirección del Alcázar no ha hecho nada en estos 60 años para rehabilitarlas y sólo se lo plantea ahora y  como un pretexto para así habilitar escaleras que permitan subir y explotarlas turísticamente? ¿Se está cumpliendo el deber legal de conservación o se supedita a que cada trozo del monumento permita o no su explotación turística?

Seguridad

El experto consultado opina al respecto: “Todo lo presentan de una manera ideal y maravillosa, pero todavía no tienen escaleras para subir a las murallas. Creo que es el punto más débil porque hay problemas de seguridad. Un edificio como el Alcázar (residencia real eventualmente) está mejor defendido sin acceso a las murallas, independientemente del riesgo que supone un tropel de turistas subiendo y bajando. Por otro lado -añade- les parece bien la reconstrucción de almenas, por lo que hubieran condenado a cualquier otro arquitecto restaurador. Por lo visto, todo lo que hizo Félix Hernández estaba mal hecho; lo que ellos hacen, no. No hablemos de Rafael Manzano. Y se equivocan al definir como contemporáneas todas esas construcciones adheridas a la muralla, porque él mismo ha dicho que son del siglo XVIII. El resultado final de pequeña plaza dura está asegurado. ¿Y cómo será el cerramiento de la puerta de la calle Miguel Mañara? Tampoco se ha previsto y no entiendo dos puertas abiertas para los turistas”.

Volviendo al argumentario de los promotores de las demoliciones “necesarias” en la Puerta y Patio del León, nos conduce al meollo de la cuestión: la recuperación del adarve y las torres para su visita permitiría (atención) aumentar el aforo en el monumento y, por ende, el número de visitas y resolvería un “atraso indiscutible” en la explotación del Alcázar.

Numerus clausus

El pasado 17 de abril, el delegado municipal de Turismo, Antonio Muñoz, declaró que Sevilla todavía tiene capacidad para seguir creciendo desde un punto de vista turístico “pero no a cualquier precio”. Tras instar a analizar lo que está ocurriendo en Barcelona y Venecia, donde los ciudadanos empiezan a protestar por la saturación de turistas, añadió: “El Alcázar de Sevilla debería reflexionar si establecer un número tope de visitas por hora o franja horaria”.

Y continuó: “No quiero crear alarma. No nos encontramos con una sobresaturación como puedan tener otros destinos urbanos, pero sí creo que es conveniente hacer una reflexión con pausa y consenso de cara a una gestión sostenible de nuestra propia ciudad y de análisis sobre dónde se sitúa la capacidad de carga de nuestros monumentos”.

Muñoz ignora o ha olvidado que en el Alcázar hay establecido un tope de visitas (750 personas de forma simultánea en el interior), límite que a nuestro juicio se incumple, como ya razonamos en su día.
Paradójicamente, mientras el delegado responsable preconiza limitar las visitas al Alcázar y revisar su capacidad de carga turística (como la de todos los monumentos sevillanos), los promotores de los derribos en el Patio del León van justamente en dirección contraria al propugnar, como consecuencia de aquéllos, que se aumente el aforo y por tanto el número de visitas al monumento.

¿Quién marca la política sobre el Alcázar, el arquitecto y el arqueólogo, o el Ayuntamiento como gobierno de la ciudad?

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