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Sábado 30/11/2024
 
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El descaro de Ostapenko desafía a Halep en la final de Roland Garros

Halep se impuso a la checa Karolina Pliskova, número 3 del mundo, por 6-4, 3-6 y 6-3, mientras que Ostapenko venció a la suiza Timea Bacsinszky

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  • ostapenko -

El juvenil descaro de la letona Jelena Ostapenko, que cumplió 20 años este jueves en la central de Roland Garros mientras se clasificaba para su primera final de un grande, deslumbró en una jornada en la que la rumana Simona Halep sufrió para llegar a la segunda final del torneo de París de su carrera.

Halep se impuso a la checa Karolina Pliskova, número 3 del mundo, por 6-4, 3-6 y 6-3, mientras que Ostapenko venció a la suiza Timea Bacsinszky por 7-6 (4), 3-6 y 6-3.

Para la rumana, la final tendrá un doble aliciente, el de conseguir su primer triunfo en un Grand Slam, tras haber perdido en este mismo torneo la final de 2014 contra la rusa Maria Sharapova, y el de alzarse por vez primera en su carrera con el número uno del mundo.

La ganadora del torneo de Madrid y finalista del de Roma, demostró que es una de las mejores tenistas del momento sobre tierra batida, pero al tiempo puso de manifiesto su dificultad para cerrar los partidos.

Ya le sucedió en cuartos de final, cuando salvó una bola de partido contra la ucraniana Elina Svitolina, quien además dispuso en dos ocasiones de su servicio para ganar el duelo.

Frente a Pliskova, la número 3 del mundo, una tenista poco adaptada a la arcilla, Halep debió también aplicarse a fondo para lograr su segunda final.

En un ambiente a su favor, desplegó su mejor tenis durante el primer set, pero en el segundo demostró que ha perdido la consistencia de sus primeras rondas en París.

Atrás quedaron los problemas de tobillo que le limitaron en la final de Roma, precisamente frente a Svitolina, y que ahora no son más que un recuerdo.

Halep tenía 22 años cuando jugó su primera final en París y era la joven prometedora que desafiaba a la dominadora del momento, Sharapova, a quien arrebató un set.

Dos años menos tiene quien el próximo sábado ocupará ese papel en la final femenina, Ostapenko, una agresiva tenista de nuevo cuño que impresiona por la potencia de sus golpes y que está aprendiendo a domesticar su fogosidad de la mano de la española Anabel Medina.

Ostapenko, que muestra el mismo descaro en la pista que fuera de ella, es ya la finalista más joven en Roland Garros desde la serbia Ana Ivanovic en 2007 y la más joven en alcanzar la final de un Grand Slam desde la danesa Caroline Wozniacki en el Abierto de Estados Unidos de 2009.

Con un golpe de derecha más potente de media que el del británico Andy Murray, número uno del mundo, la de Riga se deshizo de la suiza Timea Bacsinszky, que fracasó en su segundo asalto a la final de un Grand Slam.

Ostapenko, 47 del mundo, se convirtió en la primera finalista de un Gran Slam nacida en Letonia, un país sin tradición tenística en el que adquirió la vocación porque su madre era entrenadora de tenis casada con un jugador de fútbol profesional.

El fuego de su brazo le ha ido desembarazando de cuantas rivales se ha cruzado, ya sea la campeona olímpica Mónica Puig, la ucraniana Lesia Tsurenko, la australiana Samatha Stosur o la danesa Wozniaki.

Su hambre de golpeo le llevó a presentarse en semifinales con 200 golpes ganadores en sus estadísticas, una cifra acompañada también de un importante número de errores.

Porque, como asegura Medina, Ostapenko vive al límite, aunque de la mano de la entrenadora española está aprendiendo a canalizar esa agresividad en positivo para hacerla más eficiente.

Contra Halep tendrá que hacer muestra de una mayor concentración. Pocos meses después de que la rumana perdiera su primera final en París, la letona ganaba el torneo júnior de Wimbledon.

Halep también sabe lo que es ser 'prematura'. Ganó en 2008 el júnior de Roland Garros y ahora aspira a ganarlo entre los mayores, algo que nadie ha conseguido desde la belga Justine Henin.

Ostapenko, que todavía no ha ganado ningún título, aspira a estrenar su palmarés en Roland Garros, algo que nadie ha hecho desde el brasileño Gustavo Kuerten. Lo hizo el 8 de junio de 1997, el mismo día en el que una profesora de tenis daba a luz a una futura finalista de Roland Garros.

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