Los centros escolares empiezan a quedarse vacíos ante la terminación de las clases y con ellos, fiestas de despedidas a un curso escolar que dice adiós hasta septiembre. Algunos de ellos con fiesta incluida, pero no todos van a poder celebrarla ante la cada vez más imparable burocracia con la que parece abonarse la Administración en la búsqueda de solicitar informes, permisos y demás prebendas con las que una simple fiesta escolar termina por convertirse en un aluvión de autorizaciones y consentimientos cuanto menos engorrosos para una simple despedida de curso.
Algunos centros han terminado finalmente por no celebrar fiestas ante los inconvenientes y exigencias encontradas.
De entre las suspensiones halladas en este ocaso escolar, está el colegio de El Juncal al que sin ir más lejos se le ha instado a presentar un permiso sanitario en la manipulación de comida con la que se pensaba ofertar en su fiesta anual.
Otros, como el del Sagrado Corazón o el de Valdelagrana, entre otros, se le han instado en su montaje de escenario, un permiso oficial con el que avale su infraestructura y su homologación mediante el informe de un arquitecto. 
La seguridad y la diversión deben coexistir aunque no siempre no muy entendible.