Hay quien sostiene que una ciudad como Sevilla merecería un Festival de más envergadura y que con el presupuesto que cuenta debería tener bastante más proyección. Una de sus principales carencias es la sistemática ausencia de grandes cineastas europeos a excepción de contadas excepciones, como los muy merecidamente homenajeados hermanos Taviani. En la cuestionada etapa dedicada al cine y al deporte, además de venir Susan Sarandon y Pedro Almodóvar, en una misma edición pasaron por el festival Stephen Frears, Patrice Leconte, Andrei Konchalovski y Andrzej Zulawski para participar en interesantísimos encuentros con el público.
Sin embargo, en la etapa de José Luis Cienfuegos, con más dinero que entonces, el perfil de los cineastas invitados queda muy lejos de aquellos que han contribuido a enriquecer el gran cine europeo. Y es que invitar a grandes desconocidos, pero con una obra fascinante como Martin Arnold o Fernand Melgar, por citar casos de otros años, no está reñido con reconocer la labor de los grandes autores del cine europeo. ¿Alguien se imagina una Bienal de Flamenco, con el presupuesto que tiene, que sólo apostara por jóvenes promesas y no contara con las grandes figuras del momento?
Después de algunos años con una sección oficial de infausto recuerdo, en los que eran más los títulos que expulsaban a los espectadores de las salas que los que les hacían disfrutar, el nivel de este año ha mejorado. Un gran e indiscutible acierto de Cienfuegos es el fomento de actividades con los centros educativos, que se ha ido abriendo paso a paso con las dos universidades, el Néstor Almendros de Tomares y otros institutos, en los que se han involucrado con más entusiasmo los profesores que los estudiantes, todo sea dicho. Asignatura pendiente es la presencia de directoras en la sección oficial, que sigue siendo muy escasa, superior a la de las últimas ediciones pero poco menos de una cuarta parte de las diecisiete a concurso frente a casi la mitad en la prestigiosa Seminci de Valladolid.
En cuanto al cine andaluz, una edición más se aprecia el poco interés, por no decir desprecio, de Cienfuegos hacia nuestro cine. La inmensa mayoría de las películas se siguen proyectando en el Teatro Alameda, lejos de donde se encuentra todo el meollo del festival, los cines Nervión. Con el anterior director del certamen, las películas andaluzas se proyectaban en este centro, lo que permitía una total integración de la sección de cine andaluz en el conjunto de la programación, algo que desde la llegada de Cienfuegos es a todas luces imposible y que exige un interés especial por parte del espectador para ver determinada película andaluza. Dado el empecinamiento, tal vez debería de pronunciarse al respecto la Asociación de Escritores y Escritoras Cinematográficos de Andalucía, ASECAN, para acabar con esta discriminación.
La gala de inauguración estuvo presentada por la actriz catalana Silvia Abril y, al parecer, fue bastante divertida, pero cabe preguntarse si no había ninguna actriz andaluza con vis cómica para hacerlo. Esta decisión podría parecer anecdótica si no fuera por el origen no andaluz de la inmensa mayoría del equipo de programación, lo que de nuevo conduce a una pregunta: ¿no hay andaluces capacitados? En este sentido el caso del Festival de cine europeo de Sevilla es bastante singular porque todos los restantes certámenes andaluces cuentan con equipos directivos formados mayoritariamente por andaluces.
Si en los últimos años se ha logrado consolidar el cine en Andalucía ha sido gracias a que tanto las ayudas de la Junta como las aportaciones de Canal Sur Televisión han requerido la participación de empresas y profesionales andaluces. Sin embargo, el Festival de cine europeo de Sevilla, financiado en gran parte por el Ayuntamiento de la ciudad, parece actuar al margen de este criterio de pura lógica. Han pasado 25 años de la Expo’92, cuya programación cinematográfica se gestó y planteó desde Madrid; la ciudad ha cambiado mucho en este tiempo pero parece que tenemos que seguir soportando que desde fuera se decida la programación y las actividades del mayor evento cinematográfico de Sevilla.
Por todo ello, no es de extrañar que un año más no se haya reconocido la labor de ningún cineasta andaluz. En los seis años de Cienfuegos se ha reivindicado muy merecidamente a Gonzalo García Pelayo, la denominada Generación CinExin y Juan S. Bollaín, pero ya van dos años consecutivos con este insultante vacío. El año pasado se propuso al prestigioso escritor y guionista ecijano Carlos Pérez Merinero (autor de los guiones de “La buena estrella” y “Amantes”, ahí es nada) pero fue descartado; este año, en el que se conmemora el quinto aniversario de su muerte, habría sido una magnífica ocasión, pero tampoco se llevó a cabo a pesar de que hubo una nueva toma de contacto por parte del festival en la que se expresó la intención de hacer algo… ahí quedó.
Se puede intuir la imagen que tiene Cienfuegos de Andalucía por el cartel de su primera edición con una mujer vestida con el traje de flamenca y otros tópicos. Aquello pasó, pero lo que ha perdurado es el “SEFF mirror”, un espejo situado en la entrada del hotel donde se alojan los invitados en el que hay un sombrero de ala ancha y una peineta entre otros adornos folclóricos para que éstos puedan fotografiarse. Después de seis años al frente de un festival financiado con los impuestos de los sevillanos, ya es tiempo de que Cienfuegos deje de explotar los tópicos y respete a los excelentes profesionales andaluces que se dedican al cine.