La cuestión del Brexit parece no tener fin. Raro es el mes en el que no salen en primera plana noticias hablando de su enésimo retraso. Pero 2020 podría ser el año definitivo en el que se materialice el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea. Hasta hace poco, era posible creer que había un camino intermedio, pero todo apunta a que el proceso se encuentra ya en fase irreversible. Los defensores del Brexit saben que pueden perder el apoyo de sus simpatizantes si terminan de agotarlos por completo y no quieren jugársela estando tan cerca de llegar a la orilla.
Además, toda esta incertidumbre trae consecuencias financieras significativas que no pueden ignorarse fácilmente. Según los gráficos históricos del bróker online eToro, que ofrece análisis detallados gratuitos y la posibilidad de operar en los mercados de divisas internacionales, la volatilidad ha sido la tónica general este año en los pares EUR/GBP y USD/GBP. Y esto le complica mucho la vida tanto a los inversores como al resto de agentes económicos europeos (problemas con los precios de las exportaciones e importaciones, ralentización económica, incertidumbre, bajada de las inversiones tanto nacionales como internacionales, etc.).
Y, por si fuera poco, el quebradero de cabeza financiero que el Brexit está suponiendo tanto para las autoridades británicas como para las comunitarias se ve agravado por las implicaciones políticas que plantean un escenario geopolítico todavía más complicado de resolver. De eso vamos a hablar hoy, centrándonos en un aspecto del que quizá no se haya hablado todavía lo suficiente y que tiene especial relevancia para nuestro país: las relaciones españolas con Gibraltar tras el Brexit.
Una frontera política directa y complicada con Reino Unido
Uno de los principales problemas que el Brexit traerá a las relaciones entre España y Gibraltar es, sin duda, la libertad de circulación. Se trata de una cuestión que incluso ahora con Reino Unido dentro de la Unión Europea atraviesa cíclicamente crisis más o menos graves.
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Raro es el año en el que no se producen interminables colas de trabajadores que quieren cruzar la pequeña frontera entre la colonia británica de Gibraltar y España. A ambos lados de la frontera se han usado históricamente estas colas para presionar a la otra parte en situaciones de conflicto, algo que ocurre por desgracia con demasiada frecuencia. Se usa para castigar y premiar en un eterno tira y afloja que termina agotando a los ciudadanos de ambos territorios.
Las consecuencias las pagan los más de 10 000 sufridos trabajadores que se ven obligados a cruzar la frontera al menos dos veces al día para ganarse la vida. La cuestión que se plantea pues es la siguiente: ¿a qué punto podrán llegar las colas cuando Gibraltar ni siquiera se encuentre en la Unión Europa? ¿Podría llegar este problema a traducirse en despidos y empeorar las cifras de paro en Andalucía, una de las regiones españoles con mayor índice de desempleo? ¿Asistiremos quizá al cierre de la verja de Gibraltar como ocurrió en tiempos que muchos consideran ya pasados e imposibles de repetirse hoy?
Otro de los problemas que con probabilidad se verá agravado es el del contrabando, especialmente de tabaco. Si las autoridades españolas ya tienen dificultades para que Londres fuerce a Gibraltar a controlar la salida de tabaco de su territorio, ¿qué capacidad de presión tendrán las autoridades españolas tras el Brexit? Cabe destacar que a las puertas del Brexit, el contrabando gibraltareño de tabaco se ha duplicado. Esto tiene un enorme impacto fiscal negativo para la Agencia Tributaria, que deja de ingresar los impuestos correspondientes sobre el 31,2 % de tabaco de contrabando que se consume en nuestro país. Por lo tanto, no sería de extrañar asistir a un recrudecimiento de las tensiones entre el Peñón y las autoridades fiscales españolas tras la materialización definitiva del Brexit.
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España tiene puestas sus esperanzas en el tratado fiscal firmado el pasado mes de marzo con Reino Unido sobre aspectos importantes relacionados con el Brexit y su impacto en Gibraltar. El tratado formaba parte de un acuerdo sellado en noviembre del año pasado entre Londres y la Unión Europea sobre el Brexit, destinado a tranquilizar a las autoridades españolas. Para Madrid, es esencial que la salida de Gibraltar de la Unión Europa, ocurra finalmente cuando ocurra, se produzca de manera ordenada y acorde con los intereses españoles en materia de lucha contra el fraude y la evasión fiscal.
Según el Ministerio de Asuntos Exteriores español, el texto estipula que las personas físicas y otras entidades en Gibraltar deberán registrar su residencia fiscal en España si es ahí donde ganan la mayor parte de sus ingresos, poseen la mayor parte de sus activos o si la mayoría de sus propietarios o gerentes viven ahí. También ha conseguido arrancarles a las autoridades gibraltareñas el compromiso de elevar el precio del tabaco vendido en su territorio, lo que debería traducirse en una bajada de los niveles de contrabando, aunque actualmente está ocurriendo justo lo contrario.
Este acuerdo supone cierto alivio ante las complicaciones que se avecinan en unas relaciones que siempre han sido complicadas de por sí. Las disposiciones del tratado establecen normas claras para resolver los conflictos de residencia fiscal y permiten la reducción del fraude derivado de la propia naturaleza del relajado régimen fiscal gibraltareño (y que Gibraltar defiende aduciendo que es crucial para la buena salud de su próspera economía basada en el sector servicios).
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En resumen, se avecinan retos innegables para las relaciones entre España y Gibraltar si termina finalmente produciéndose el Brexit. No resulta descabellado esperar un recrudecimiento, al menos inicial, de ciertos puntos complicados que llevan lastrando las relaciones bilaterales desde hace décadas. Pero hay también motivos para adoptar un cauto optimismo, gracias a la firma del tratado sobre Gibraltar el pasado mes de noviembre entre España y Reino Unido. La pregunta del millón es, ¿respetará finalmente la colonia británica las promesas que se ha comprometido a cumplir? La verdadera prueba de fuego llegará cuando el divorcio entre Londres y Bruselas se haga realidad.