Lolita Flores ha confirmado recientemente que ya están trabajando, bajo la estricta supervisión familiar, en la producción de una serie de televisión sobre la vida de su madre, La Faraona. Hubo un intento anterior; Lola, la película de Miguel Hermoso interpretada por Gala Évora. El día del estreno, Lolita y su hermana Rosario se levantaron en mitad de la proyección indignadas con el retrato que se hacía sobre algunas de las facetas de la vida privada de la protagonista. De ahí el control; en primer lugar sobre el guion y, después, sobre el casting.
Por ahora no han encontrado a la actriz adecuada. Mariola Fuentes ha sido la última en encarnarla, en Arde Madrid, la serie de Paco León, pero era una secuencia puntual: el bautizo de Antonio Flores, con Pol Vaquero haciendo de El Pescaílla y Elena Furiase como la tata de su propia madre, la Lolita niña. Es complicado captar el embrujo cautivador que Lola desprendía desde la pantalla. El último en lograrlo fue Carlos Saura con un preciso y milimetrado travelling desde la punta de la bata de cola hasta llegar a su mirada. A los guiris que veían la secuencia durante la proyección de Sevillanas en la Expo se les erizaba la piel. Y hasta a uno mismo, hoy día. Eso no lo iguala un casting.
Puede que el problema de selección condicione el proceso de producción, e incluso que retrase los planes para el inicio del rodaje, pero de lo que no cabe duda es de que parte de los escenarios naturales en los que se desarrollarán muchas de las secuencias de la serie tendrán lugar en Jerez, como ya ocurrió con la película de Hermoso.
Para cuando llegue el momento, la ciudad podrá argüir su curtida experiencia en la participación de otras grandes producciones, como The crown, El verano que vivimos y La templanza, y, más aún, la sólida base del trabajo desarrollado desde la Jerez Film Office, tras la que prevalece una estrategia que va más allá de la mera intermediación con cualquier productora que solicite permiso para rodar en espacios públicos y privados, y que prevé abarcar tanto la formación en diferentes ámbitos de la producción cinematográfica y televisiva, como la creación de una guía de producción para cubrir las demandas de empleo de cada compañía.
De hecho, el auge de la elección de Andalucía como escenario de rodajes de todo tipo de producciones, desde Juego de tronos hasta Exodus, ha llevado al presidente de la Andalucía Film Comission a plantear la creación de un hub audiovisual andaluz, con la participación de las distintas film office andaluzas, que permita hablar de una nueva industria, con centros de producción y grandes platós, como el acuático prometido para la Bahía de Cádiz, y que en torno a los cuales se consolide el tejido profesional que se ha ido generando a partir de los proyectos que se han ido sucediendo en los últimos años.
Hablamos de facetas poco exploradas hasta ahora desde un concepto meramente gremial, y que vienen a contribuir a la diversificación de la propia actividad económica y a la generación de nuevas oportunidades para el empleo. Es un ámbito que conviene tener en cuenta desde una concepción generalista del negocio, pero hay un segundo aspecto que, en el caso de Jerez, va a tener una enorme relevancia, por su particularidad y por su singularidad: el de la propia ciudad como una protagonista más dentro de los rodajes que ha acogido en el último año, ya que tanto El verano que vivimos como La templanza necesitan de la ciudad y del paisaje para explicarse, para contar sus historias, y la trascendencia de ambos trabajos van a convertirse en la mejor e impagable campaña promocional de Jerez en el exterior.
Hasta ahora solo hemos sido testigos del encuentro casual con alguna estrella, de la curiosidad, e incluso de la incomodidad, que rodea a un rodaje, pero no es pretencioso ni gratuito concluir que tras el estreno de esos trabajos, sobre todo si captan la atención del gran público -y cuentan con el músculo de Warner, Atresmedia y Amazon para que lo logren-, crecerá el interés por conocer y recorrer sus mismos escenarios. La oportunidad está ahí, lista para no desaprovecharla. A la espera de Lola.