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Hablillas

Inimaginable

Aprovechando la posibilidad de viajar dando la mano al móvil, en uno de estos barzones podemos encontrar los lugares más raros imaginados.

Publicado: 15/02/2021 ·
13:23
· Actualizado: 15/02/2021 · 13:23
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Aprovechando la posibilidad de viajar dando la mano al móvil, en uno de estos barzones podemos encontrar los lugares más raros imaginados. La casualidad los hace aparecer subrayados formando parte de una entrada, provocando la parada del ratón. Al cliquear, el cambio de color chivatea la conexión y la magia de los chips hace el resto.

Probablemente de esta forma hemos descubierto Whittier, un pueblo de Alaska donde sus doscientos y pico de habitantes viven en un solo edificio. Sin necesidad de salir a la calle tienen la escuela, la lavandería, el supermercado, un hotel y la comisaría. Dicho así, es una forma estupenda de esquivar los rigores del frío y de la nieve, tener todo a la mano a pocos escalones de distancia. Ventajas, sin duda, a las que sus habitantes habrán añadido el aprendizaje a vivir con el cielo y los árboles a través de las ventanas. El clima habrá ayudado a manejar la situación, a gestionarla, como se dice ahora, porque asumir estar rodeado de tierra helada durante nueve meses, requiere la capacidad de adaptación por razón de nacimiento o la voluntad en dosis masiva. También es probable que sientan extrañeza o incluso les pesen los doce grados de temperatura máxima en verano y lo vivan echando de menos el frío.

Imaginemos el planteamiento al contrario dejando a un lado la vivienda. Qué pensarían, qué comentarían si Internet y la casualidad los paseara por nuestra zona, viendo las olas rizándose, desmayándose sobre la arena abrillantándola. Qué comentarían del atuendo, cómo soportarían los treinta y tantos grados del mediodía. Así, ellos y nosotros, cada uno en su sitio, pasaríamos un buen rato encadenando posibilidades, hasta ese punto en que la mente empieza a rebuscar una semejanza. En el caso de ellos llegarían, quizás, al origen, dos edificios unidos y destinados a ser instalaciones del ejercito de los Estados Unidos allá por los años cincuenta. Nosotros, ante su forma de vida nos estremeceríamos, pero no de frío sino de terror. Los comentarios sobre estas semanas lluviosas corroboran lo anotado, unos días grises y todos con ansiedad por la falta de sol. Y en cuanto al edificio que el adosamiento ha convertido en bloque colosal, esta gracia del sur los definiría como casas de vecinos tan sofisticadas como para no tener cucarachas, con el vapor pertinaz del bacon and  chips en lugar de una berza y en vez de supermercado, el quincallero estaría sentado al fondo de la planta, con pelliza y babuchas, nunca zapatillas, esperando al vecino desaviado en busca de una bovina de hilo o una cabeza de ajos mientras abre la fiambrera a deshora diciéndose: “si quieres vender, ponte a comer”. Inimaginable. Menos aquí. Ánimo.

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