Hemos llegado al ecuador de este mandato corporativo. Se han cumplido esta semana dos años de las elecciones municipales en las que el Partido Popular de Germán Beardo conseguía ganar al entonces alcalde David de la Encina (quien gobernaba sin haber ganado las elecciones anteriores). Dos años ya desde la llegada de Beardo a la Alcaldía de El Puerto que daba al PP una de las pocas alegrías de ese 26M en la provincia de Cádiz y que recuperaba para el PP uno de los principales ayuntamientos de la provincia perdido con la candidatura de Alfonso Candón.
Dos años marcados, como en el resto de administraciones, por una pandemia que llegó de sopetón para cambiarlo absolutamente todo, pero en la que a unos les ha pasado factura y a otros, en cambio, les ha engrandecido.
Este último caso podría ser el de Germán Beardo, quien desde el primer día del Estado de Alarma cogió las riendas de una complicadísima situación poniendo a El Puerto como ciudad referencia en múltiples ámbitos. Y además consiguió situar a El Puerto como noticia nacional por diversas actuaciones que supuso una gran campaña de promoción imposible de pagar con publicidad.
Es llamativo que las principales críticas que le hacen al alcalde portuense sea su excesiva exposición en las redes sociales como si las redes sociales no se hubieran convertido en la principal plaza de cualquier ciudad, en el principal punto de encuentro y canal de comunicación de la inmensa mayoría de las personas. Si la crítica se centra en que comunica mucho, y de forma directa y personal, por las redes sociales, es que poca crítica se pueda hacer a su gestión.
Gustar a todos es imposible y máxime cuando hablamos de partidos políticos, pero la resurrección de quienes un día denominé “los pancartos” y que al parecer no estaban muertos evidencia ciertos nervios en las formaciones de izquierda sobre la afección que está provocando en los portuenses su labor de oposición.
Quedan dos años aún para terminar de comprobar si todos los anuncios hechos por Beardo terminan viendo la luz, como también para ver si Vox sigue mirando desde los ojos revanchistas de Benavente o si De la Encina remonta a su famoso cobrar sin ir a trabajar.
