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Hablillas

Lágrimas de emoción

Al margen de la literatura pictórica, una escena retratada, la que sea, llama la atención con un silencio especial, sólo perceptible por el espectador.

Publicado: 30/05/2021 ·
21:58
· Actualizado: 30/05/2021 · 21:58
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Tal vez no haya salido de nuestra piel de toro, pero la mirada de Josefa sigue saltando de móvil a móvil una semana después de haberla desclavado de Las Meninas para clavarse en la nuestra. Y ahí se nos ha quedado, desbordándose cuando volvemos a clicar en el enlace y aparece la humildad de quien admite vivir por vez primera la emoción de mirar un cuadro. Estos detalles son los que definen y elevan el Arte, aquellos que no sabemos explicar y encima se vienen con nosotros al salir de una galería o de un museo. A Josefa no le hicieron falta las palabras. Se prendieron al silencio por donde brilla lo sublime. Se trataba de un cuadro muy deseado, de un momento anhelado, y debió de esperar a cumplir los noventa y dos años para poder estar ante él y sentir frío y calor al mismo tiempo al llegar a El Prado, el pellizco en el estómago al divisarlo en la sala, ir serenando el baile de las pupilas, detenerlas en el marco superior, ir resbalando hasta el maestro Velázquez, los reyes y por último dejarlas enganchadas en las de la Infanta Margarita sintiendo las de Mari Bárbola. Una distancia recorrida en solitario, no en soledad, disfrutando del acercamiento en cada paso con el murmullo al lado, deteniéndose con lentitud para agradecer estar allí en un día tan especial como el de la navidad o el del cumpleaños. Y llorar de emoción hasta empañar y cortar la voz al tropezar con el ardor ruborizando la boca. La otra cara de la noticia fue la del reportero, quien al verla en el grupo y charlar con ella cambió el planteamiento de la información. Había ilusión y no se podía dejar escapar un momento tan sencillo e inmenso como aquel. En poco más de un minuto la cámara pudo captar la emoción y reproducirla en imágenes, para que el martes dieciocho de mayo tuviera rostro y nombre de mujer, cuyo entusiasmo no turbaba su propia serenidad.

Al margen de la literatura pictórica, una escena retratada, la que sea, llama la atención con un silencio especial, sólo perceptible por el espectador. Puede parecer exagerado, pero así se expresa el Arte, así nos elige una obra, colándose en la memoria, recordándola a todas horas, buscando más trabajos del artista, concluyendo en que nos gusta sin importar la causa. Probablemente Josefa se quedaría prendada al ver Las Meninas en una revista, en un documental o en un calendario y desde entonces fue creciendo el deseo de contemplar el cuadro realmente. El tiempo, la distancia y la residencia donde vive lo han hecho posible. Sin duda será una de tantas cosas bellas que la acompañen mientras tenga vida.

Ánimo. Ya queda menos.

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