Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla, anda reivindicativo. Su triunvirato reclamativo en cuanto a la gestión está integrado por la ley de la capitalidad, la tasa turística y la inversión en infraestructuras. Es su mantra, y lo traslada allá donde puede. Considera que la capital andaluza no puede vivir 30 años de las rentas inversoras de la Expo 92. Ahora quiere más. Sin excusas. Se ha topado, eso sí, con la decisión del Ministerio de Transportes de optar por la fórmula del puente en lugar de los túneles para que la SE-40 cruce el río Guadalquivir entre Coria y Dos Hermanas. Y, claro, se ha liado una buena polvareda.
Con las municipales en el horizonte, el PP ha hecho bandera de este tema, reclama que se vuelva a la opción de los túneles e incluso pide un pleno extraordinario del ayuntamiento. En este asunto, el alcaldable del PP José Luis Sanz tiene que hilar fino y con paso seguro porque dentro de poco más de un año puede haber un ministro del PP en la cartera de Transportes del Gobierno central y no parece probable que se vuelva a los túneles salvo que se quiera mantener esta infraestructura en proyecto
per saecula saeculorum. Confiemos en que no pase lo que ocurrió con el enlace fijo del Estrecho que iba a unir Tarifa con Punta Malabata (Marruecos). Fueron necesarios años para que se optara por la opción del túnel, ya que la profundidad de la zona no permitía puente. Se fijó incluso fecha de terminación de obra y todavía estamos esperando que se ponga la primera piedra.
En cualquier caso, de forma legítima, Sevilla reclama más inversiones y financiación gracias a la ley de capitalidad y, en parte, a la tasa turística aunque esta última iría destinada al cuidado del patrimonio. El problema no es solo de Sevilla, que también. La cuestión es que el listado de agravios con las infraestructuras de las ocho provincias andaluzas es tan amplio, tan inmenso que hacen falta muchos presupuestos generales del Estado para compensarlo. La responsabilidad de esa deuda histórica con Andalucía es compartida porque ni PSOE ni PP, ni PP ni PSOE han sido capaces durante las últimas décadas de cerrar la circunvalación de Sevilla, ni de mejorar la vía del tren entre Algeciras y Bobadilla, o de que la alta velocidad llegue a provincias como Huelva, Jaén y Almería. Por no hablar del tren a la Costa del Sol o los corredores ferroviarios.