En la escenificación del acoso y derribo contra Pedro Sánchez en que se convirtió la Comisión General de Comunidades Autónomas del pasado jueves en el Senado, hubo una afirmación que pasó completamente desapercibida entre la lluvia de críticas gruesas contra la posible amnistía a los políticos independentistas catalanes. Es hasta lógico que no tuviera recorrido en el panorama nacional habida cuenta de dónde están los focos, pero sorprende que tampoco trascendiera lo más mínimo en Andalucía.
Tras el presidente catalán Pere Aragonés, el presidente gallego Alfonso Rueda afirmó textualmente: “Galicia, que es una de las tres comunidades nacionalidades históricas, está permaneciendo muy atenta a esa redefinición territorial del modelo de España interesada porque siempre es interesada cuando es unilateral”. Me resultó sorprendente que todo un presidente autonómico faltara a la verdad, pero mayor perplejidad causó contemplar cómo dejaron pasar ese comentario el presidente de la Junta de Andalucía y el jefe de la oposición andaluza, el secretario general del PSOE andaluz.
Si pudiera, le haría llegar al presidente gallego el artículo 1 del título preliminar del Estatuto de Autonomía de Andalucía y, al mismo tiempo, invitaría a Juanma Moreno y a Juan Espadas a que se lo lean por si lo han olvidado: “Andalucía, como nacionalidad histórica y en el ejercicio del derecho de autogobierno que reconoce la Constitución, se constituye en Comunidad Autónoma en el marco de la unidad de la nación española y conforme al artículo 2 de la Constitución”.
Eché en falta sinceramente que en su intervención el presidente andaluz llamara la atención a su homólogo gallego, por muy del PP que sea, del error que había cometido y le hubiera recordado las históricas movilizaciones del pueblo andaluz el 4 de diciembre y el referéndum del 28F con las que los andaluces conquistamos el máximo nivel de autogobierno y pasamos a ser comunidad histórica. Eso sí hubiera sido una gran defensa de la autonomía andaluza. Quiero pensar que fue un lapsus y que Moreno no dejó pasar deliberadamente esa inexactitud por ser un compañero de filas.
Si el lapsus de Moreno fue mayúsculo, ¿qué decir de la sordina al respecto de Juan Espadas? Podía haber afeado al presidente gallego, pero, sobre todo, podía haberle pedido explicaciones al presidente Moreno por no corregir a su compañero y defender el papel histórico de la autonomía andaluza. Al menos 24 horas después, el portavoz de Adelante Andalucía, José Ignacio García, acusó a Moreno Bonilla y a Espadas “de permitir el ninguneo a Andalucía en el Senado cuando no se la mencionó como comunidad histórica y nadie replicó”.
