El análisis para crear una empresa o reformular su estrategia pasa necesariamente por un estudio del entorno que puede influirle. Además del entorno competitivo específico de ese sector, se analiza el entorno general que puede afectar a empresas de cualquier sector. Este entorno general se estudia a partir de un conjunto de factores políticos, económicos, socio-demográficos, tecnológicos, ecológicos y legales. Junto a éstos, en el pasado reciente descubrimos lo importante que es todo lo relacionado con la salud.
A estos factores del entorno genérico se les suele dar menos importancia porque configuran el escenario común en el que todas las empresas deben competir. Partiendo del análisis de la situación actual se identifican aquellos aspectos, que se considera que pueden influir más en la configuración del entorno futuro, para crear un conjunto de escenarios posibles y elaborar estrategias con las que poder competir.
Una empresa realiza una serie de inversiones a partir de un capital propio y ajeno al que debe remunerar, con la expectativa a largo plazo de obtener una rentabilidad. Que a un mayor riesgo debe corresponderle una mayor rentabilidad es una ley básica en finanzas. Si no hay una prima de rentabilidad por asumir un mayor riesgo, el dinero se invertirá en otros activos menos rentables, pero más seguros.
Nadie asegura a emprendedores ni a empresarios una rentabilidad. Lo que pueden esperar, como máximo, es que las reglas del juego no cambien demasiado a mitad de la partida (del tiempo en el que podrán recuperar su inversión). Nadie les asegura que no puedan aparecer competidores, que sus empleados no decidan irse a otras empresas, que la tecnología pueda dejarles obsoletos, que no se equivoquen en las decisiones que deban tomar cada día. Asumen un riesgo, crean espacios de certeza para los demás, y la rentabilidad debe compensarles.
La queja generalizada de más de 2000 empresarios, directivos y ejecutivos el jueves pasado en el XXII Congreso de Directivos CEDE fue que la política no puede generar inestabilidad, ni cambiar las reglas del juego, con ocurrencias que perjudican a los empresarios que ya han invertido, que ahuyentan a los que pudieran querer invertir en España, y que terminarán afectando al empleo. Aunque a quienes están acostumbrados a hacer trampas para conseguir mantenerse en el poder no les importa cuáles sean las reglas del juego. Las seguirán mientras les interese, se las saltarán cuando nadie mire, y las cambiarán cuando puedan.
