Mujeres anuladas
Dejemos evolucionar la sociedad, que es lo mismo que integrarnos en usos y costumbres que hacen reñinar nuestros recuerdos.
Recibo de mi amigo Lucio un video que debería impresionar pero que de tan sabido lo archivamos en una carpeta de nuestra mente y queda desactivada así su carga social. Esta es la condición humana. Hay mujeres anuladas, todas las mujeres en ciertas culturas y bastantes mujeres todavía entre nosotros que luchan por su dignidad. Se trata en este caso de mujeres afganas cubiertas con sudarios de por vida en una mugre cultural y física que repugna a los ojos occidentales. Y no se trata solamente de talibanes, que son militantes declarados del fundamentalismo; en una pancarta se deja ver cómo pertenece esta desgraciada doctrina al conjunto social de este pueblo.
Entre nosotros, los machos hispanos tan divulgados en algún programa de una noble cadena, se siguen dando casos de violencia doméstica, como se ha dado en llamar, que no son sino resabios todavía de estos machos que tardan en coger la vía de los tiempos nuevos. Una creencia, que es mezcla explosiva de costumbre, economía, tradición y moral religiosa cuando menos, tarda en borrarse muchas generaciones que la van desgastando al paso lento del tiempo. A veces para conseguirlo se recurre a lo frontal y el choque estremece los cimientos de las varias generaciones que cohabitan en una misma época. Todos en el momento podríamos aportan anécdotas que tienden a salpimentar nuestra convivencia.
Vivimos en tiempos de sobresaltos, no puede ser menos, y los que peor lo pasan son los padres que tienen que acomodarse a los cambios en sus hijos en una sociedad que estimula y critica al tiempo tales adelantos. Los peores son los que rememoran y andas añorantes en las tertulias de tiempos pasados rotos en pedazos porque ellos mismos no volverían atrás ni en sueños. Dejemos evolucionar la sociedad, que es lo mismo que integrarnos en usos y costumbres que hacen reñinar nuestros recuerdos. El joven se acomoda a la realidad que le hemos entregado y los adultos, que se lo hemos puesto difícil (casarse por ejemplo), estamos atentos a escandalizarnos con la depravación de sus costumbres. Menos mal que los jóvenes, que se distinguen por su vitalidad, la usan para ser pacientes. A veces les sobreviene cansancio y lanzan un rebuzno que hace temblar los cimientos de las estructuras en que nos movemos. Pero en eso queda todo, la vida se acompasa en el momento siguiente y como si nada. Como profesional ya retirado, a veces me maravillo de la garantía que guarda la vida con tantas pegas, alternativas e indecisiones que tiene que sufrir un joven para hacerse hombre.
Las creencias son verdades que tienden a hacerse dogmas en la mente humana, no sé si todos estáis dispuestos a valorar la tragedia y el peligro que esta predisposición puede engendrar en la vida social. La convivencia tiene como peor enemigo este lastre de dogmas que puede envenenar la vecindad. Es la semilla de guerras, injusticias y sangre con que a veces se ha teñido la historia y no tiene más antídoto que la racionalidad y la cultura, que es el conocimiento objetivo de la realidad. La educación es el primordial problema de un sistema social que suele contenerla en los discursos políticos y muy poco en la sensatez; sólo en ella se garantiza la dignidad del hombre. La civilización si no descansa en 'la sabiduría', que es una evolución de la cultura, puede engendrar monstruos que ya advierte el Apocalipsis. Los cuatro jinetes que ya han cruzado la tierra en muchas ocasiones sembrando destrucción. ¿Aprenderemos alguna vez?
Entre nosotros, los machos hispanos tan divulgados en algún programa de una noble cadena, se siguen dando casos de violencia doméstica, como se ha dado en llamar, que no son sino resabios todavía de estos machos que tardan en coger la vía de los tiempos nuevos. Una creencia, que es mezcla explosiva de costumbre, economía, tradición y moral religiosa cuando menos, tarda en borrarse muchas generaciones que la van desgastando al paso lento del tiempo. A veces para conseguirlo se recurre a lo frontal y el choque estremece los cimientos de las varias generaciones que cohabitan en una misma época. Todos en el momento podríamos aportan anécdotas que tienden a salpimentar nuestra convivencia.
Vivimos en tiempos de sobresaltos, no puede ser menos, y los que peor lo pasan son los padres que tienen que acomodarse a los cambios en sus hijos en una sociedad que estimula y critica al tiempo tales adelantos. Los peores son los que rememoran y andas añorantes en las tertulias de tiempos pasados rotos en pedazos porque ellos mismos no volverían atrás ni en sueños. Dejemos evolucionar la sociedad, que es lo mismo que integrarnos en usos y costumbres que hacen reñinar nuestros recuerdos. El joven se acomoda a la realidad que le hemos entregado y los adultos, que se lo hemos puesto difícil (casarse por ejemplo), estamos atentos a escandalizarnos con la depravación de sus costumbres. Menos mal que los jóvenes, que se distinguen por su vitalidad, la usan para ser pacientes. A veces les sobreviene cansancio y lanzan un rebuzno que hace temblar los cimientos de las estructuras en que nos movemos. Pero en eso queda todo, la vida se acompasa en el momento siguiente y como si nada. Como profesional ya retirado, a veces me maravillo de la garantía que guarda la vida con tantas pegas, alternativas e indecisiones que tiene que sufrir un joven para hacerse hombre.
Las creencias son verdades que tienden a hacerse dogmas en la mente humana, no sé si todos estáis dispuestos a valorar la tragedia y el peligro que esta predisposición puede engendrar en la vida social. La convivencia tiene como peor enemigo este lastre de dogmas que puede envenenar la vecindad. Es la semilla de guerras, injusticias y sangre con que a veces se ha teñido la historia y no tiene más antídoto que la racionalidad y la cultura, que es el conocimiento objetivo de la realidad. La educación es el primordial problema de un sistema social que suele contenerla en los discursos políticos y muy poco en la sensatez; sólo en ella se garantiza la dignidad del hombre. La civilización si no descansa en 'la sabiduría', que es una evolución de la cultura, puede engendrar monstruos que ya advierte el Apocalipsis. Los cuatro jinetes que ya han cruzado la tierra en muchas ocasiones sembrando destrucción. ¿Aprenderemos alguna vez?
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