Tan solo han sido treinta las palabras que la princesa Leonor ha tenido que pronunciar ante las Cortes Generales en la sesión solemne celebrada en el Congreso, en el mismo día de su 18 cumpleaños, para abrir las puertas de una historia de España aún por escribir y que por ahora tiene garantizada la continuidad monárquica.
Su juramento de la Constitución ha congregado en el hemiciclo a diputados, senadores, autoridades y otros invitados en una jornada que ha marcado un extraño paréntesis en la convulsa vida política nacional, pendiente del voto del hoy ausente independentismo para garantizar la continuidad de Pedro Sánchez en La Moncloa.
Porque si la sesión conjunta de las Cortes ha propiciado expresiones de la máxima exaltación monárquica, con casi cuatro minutos de aplausos a la heredera de la Corona tras jurar "guardar y hacer guardar la Constitución", salpicados de vivas al Rey, a España, y a la princesa, el ruido de las negociaciones de Sánchez con los no partidarios de la monarquía ha rodeado la ceremonia.
No se sabe de qué han hablado, en los prolegómenos del acto, de pie en la tribuna de invitados mientras todo el mundo esperaba la llegada de la familia real, los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy, acompañados después por José María Aznar y, más tarde, por José Luis Rodríguez Zapatero.
Lo cierto es que Rajoy y González han conversado, y mucho, enfocados sin piedad por los teleobjetivos de los fotógrafos.
La larga de espera, para un ceremonia que ha comenzado con retraso, ha propiciado conversaciones cruzadas, cientos de selfies y fotos (Patxi López como fotógrafo de grupos), saludos, reencuentros, abrazos y besos en un hemiciclo rehabilitado con sillas en lugar de sillones para dar así cabida a todos.
En la tribuna de invitados, los dos padres de la Constitución Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca han sido testigos de lujo del bucle temporal que el artículo 61 de la Carta Magna ha cerrado desde que hace 37 años el entonces príncipe Felipe hizo su juramento que su hija Leonor, con sus mismas y exactas treinta palabras.
Han ido entrando las autoridades al gran estrado que, como en 1986 y en la proclamación de Felipe VI, ha reemplazado a la tribuna de oradores, y cuando Pedro Sánchez se ha ido a sentar ha dudado si hacerlo en uno de los cuatros sillones reservados a la familia real; un rumor ha culebreado por la sala.
Llegado el momento de la jura, la princesa ha extendido su mano derecha sobre el ejemplar de la Constitución dispuesto sobre una pequeña mesa aterciopelada. Ha leído sin elevar la voz y al acabar ha mirado a su padre haciéndole un gesto de respeto con la cabeza.
El propósito de la ceremonia se había consumado y a partir de entonces las Cortes, el segundo protagonista del acto junto a Leonor de Borbón y la Carta Magna que ha jurado respetar, tal y como ha enfatizado en su discurso previo la presidenta del Congreso, Francina Armengol, han tomado todo el protagonismo. En forma de aplausos.
En este punto todas las miradas se han dirigido hacia la princesa, que ha besado a su padre y a su madre, si bien de reojo se podía comprobar que la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, aplaudía sin fuerza, y la portavoz de su grupo, Marta Lois, con menos ganas aún, ostensiblemente, casi con tristeza o resignación.
Como la ovación crecía y los vivas se sucedían, promovidos por entusiastas parlamentarios de Vox y del PP, Lois ha optado finalmente por bajar las manos y dejar de aplaudir, algo que por un momento también ha hecho Díaz, que no obstante después ha vuelto a la tarea.
Salvo ambas excepciones, el abarrotado hemiciclo ha aplaudido sin pausa, incluidos los invitados de las tribunas; tras un breve comentario de su madre, la reina Letizia, la princesa Leonor ha hecho un gesto para pedir que acabaran bajando su mano derecha, pero ha sido desatendido.
No ha cesado la ovación, así que, a modo de agradecimiento, se ha llevado dos veces la mano al corazón.
Agotado el tiempo de los aplausos, cuando la familia real y las autoridades han abandonado la plataforma alfombrada, el recinto se ha poblado de un rumor sostenido, el de los comentarios sobre los detalles vividos, desde el traje de chaqueta blanco de la princesa al fragor de la ovación parlamentaria.
Hoy, el hemiciclo estaba completamente lleno, hasta el punto de que algún diputado como Jaime de Olano, del PP, ha tenido que sentarse sobre las piernas de sus diputados colindantes porque no tenía silla para hacerlo. Un hemiciclo en posición de solemnidad y celebración donde nadie parecía echar en falta a nadie.
Si acaso, en un día tan importante para ella, la princesa a sus abuelos, que no le podrán felicitar hasta la ceremonia privada que esta tarde se celebrará en el Palacio de El Pardo, ya a puerta cerrada.