Los socialistas marcan las distancias con el PP con el objetivo de recuperar el apoyo mayoritario
En el PSOE se está viviendo con cierta y creciente preocupación el ascenso experimentado en las encuestas por la intención de voto favorable al PP; un hecho que adquiere una importancia tan decisiva como relevante en el caso de Andalucía, donde no se ha conocido otro gobierno autonómico que el socialista y de donde se nutre el partido siempre que comparece en comicios generales o europeos. En el día de ayer, y aprovechando el acto de presentación de los candidatos a las alcaldías en las ciudades andaluzas con más de cincuenta mil habitantes, José Antonio Griñán y José Luis Rodríguez Zapatero aprovecharon la ocasión para dirigirse a la militancia y definir la estrategia marcada por el partido y desde la que establecer nuevas distancias con respecto a los populares. En este sentido, hay dos conceptos fundamentales: de un lado, la existencia de un partido -el PP- que desde la oposición pretende sacar rédito de las dificultades económicas que se viven en el país (ayer Griñán aseguró que “quieren que todo vaya mal para encontrar oportunidades bajo los escombros”): y, del otro, el fomento de las políticas sociales, para resaltar la vinculación del PSOE con el pueblo, con las necesidades del pueblo (“somos el partido de la gente, el partido que está con los que tienen problemas”, aseguró Zapatero después de resaltar que los Presupuestos Generales del Estado han destinado el 58% a gasto social). Y se insistió en ambos conceptos porque también desde las filas socialistas se ha terminado por reconocer que hay un problema de comunicación con el electorado, como si cundiese la sensación de que todo lo que se hace o se impulsa no termina de llegar o de convencer a los ciudadanos. Griñán fue más grave, más severo incluso, y exigió a sus candidatos que además del trabajo y la dedicación no se pierda el contacto con la realidad. Porque el acto de ayer no era sólo una fiesta de celebración, sino la puesta en común de una situación política en la que las siglas del partido están tambaleándose y necesitan de una solidez que sólo puede lograrse desde la misma base de la sociedad.