Magnífico que el abanico de la pluralidad política extienda sus varillas entre cabera y cabera, para ofrecernos nuevos aires con los que ventilarnos llegado el momento de secar nuestros sudores en una papeleta llena de nombres, casi todos desconocidos, allá por el mes de mayo, cuando la caló empapa y el brazo ejecutor de la conciencia popular dicte sentencia en la urna de los jubileos, depositando la carta a los reyes magos de los milagritos municipales.
–Yo me pido diez mil puestos de trabajo, la aparición de ocho millones de euros, un diseño coherente de transformación y futuro, y otras caras distintas para montar los camellos de la cabalgata municipal los próximos cuatro años.
Maravilloso que el escaparate de las golosinas consistoriales se llene de cestitas multicolores y que las ofertas se multipliquen para que todos encontremos el sabor adecuado a nuestro paladar ideológico.
Espléndido que los pasillos del enorme supermercado de alternativas al gobierno de la ciudad, se encuentre atiborrado de propuestas multiformes a las que adaptarnos según las características de cada una de ellas. Encomiable que cualquier ciudadano ejecute el derecho que le ofrece la Constitución para opositar al gobierno de su pueblo del alma por el que partirse la ídem, en compañía de un montón de colegas con su mismo entusiasmo, porque, créanme, meterse a político en La Isla tal como está el patio, tiene mucho que ver con ese dicho que asegura que un optimista es una persona que no tiene ni puta idea de lo que habla.
Todo extraordinario. En este pueblo ya no solo crecen las Hermandades, la lista del paro y las calles cortadas; también lo hacen los partidos políticos.
El pasado día veintiséis se presentó Ciudadanos por San Fernando. Enhorabuena. El electorado del terruño ya tiene otro lado al que mirar cuando la turbia neblina de lo conocido empañe las retinas del masacrado votante. Nueva sabia, nuevas ilusiones, nuevas promesas, bla, bla, bla. En su denominación me hubiera gustado más el apellido de … La Isla, que el de …San Fernando, porque algún día alguien tendrá que rescatar nuestro epíteto ancestral en perjuicio del pútrido Fernando VII, traidor del pueblo y ominoso sicario del Imperio Español, al que debemos nuestro actual patronímico. La ocasión era pintada para que estos nuevos desafiantes de los devenires futuros de la ciudad, hubiesen acaudillado la apetecida pretensión popular.
Una vez manifestada mi bienvenida a la recién nacida agrupación, ahora voy a expresar mi juicio sobre ella según las líneas generales de los objetivos que la definen, revelados por su líder a través de los distintos medios.
Me resultan algo abstractos los principios activos de su fundación. No alcanzo a descubrir en su proclama nada que no esté contemplado ya en el resto de alternativas existentes salvo la desvinculación de órganos superiores a los que someter su autonomía. Cuestión ésta tan favorable como adversa dependiendo de la necesidad de independencia o conexión que las circunstancias requieran en cada momento. Por otro lado, un discurso fundamentado en la descalificación de los partidos contendientes, la vocación de servicio a la ciudadanía, la reivindicación de los terrenos militares, el equilibrio del comercio tradicional con Bahía Sur y el contacto de los gobernantes con el vecindario, no aporta nada nuevo al panorama político ya conocido.
Como solución inmediata a los problemas de la ciudad, Francisco Javier Cano Leal “apuesta por una drástica reducción del gasto público que permita mantener un nivel óptimo de gestión basado en una moderación de la carga fiscal”. Teniendo en cuenta que el capítulo de gasto público de una ciudad es aquel que se destina a cubrir las necesidades básicas de la misma, no sé dónde va a rascar este voluntarioso vecino para darle color a la nube negra que amenaza el progreso de La Isla desde hace varios lustros. Esta estrategia de tacañería administrativa es afín a los principios conservadores y para eso ya tenemos al PP.
Aquí hay que mojarse. No vale jugar a cafelitos mañaneros y consultas populares como la del tranvía cada vez que haya que tomar decisiones porque eso es engatusar al electorado con un si para todos. Se necesita gente que exponga de forma diáfana un plan logístico en el que cimentar la transformación del pueblo, difundir con claridad la manera de conseguirlo, y mostrar las señas de identidad ideológicas para que el ciudadano sepa a quién confía su desasosiego. Urgen las soluciones, y si no se tienen, quizás mejor servir a la sociedad desde otros entramados existentes con más posibilidades de éxito. Ya habrá tiempo en el futuro para promociones personales.
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