La política debería ser aburrida. Pero España, no sé muy bien si por ese cariz folklórico que a todo le da, ha elevado a nivel Sálvame Deluxe los entresijos de muchos que ocupan cargos públicos y que a este ritmo en crecida no se extrañen tengan sección propia en programas y revistas del corazón dada la profundidad de contenidos que tiene la vida política. Triste
La fiesta del chivo. Cuando aún resuenan las risas en las ondas de Isabel, la mujer de Camps, por los regalitos que altruistamente le hizo el bigotes a ella y a él y a sus hijos en Navidad por su bonita amistad, salta a escena Trujillo, en este caso Juan Francisco, que no es el dictador bananero dominicano que inspiró el maravilloso libro de Vargas Llosa pero que, como él, organizaba fiestas privadas con dinero público y les daba ritmo a base de cocaína, y uno se imagina escenas del tipo El precio del poder y a Al Pacino en su despacho desmayándose ante una montaña de polvo blanco. La imaginación es libre.
El chófer del ex director general de Empleo, ese tal Guerrero, se ha despachado bien contra su ex jefe y poniéndome serio diré que lo de menos, aunque le da sonoridad al asunto, es el consumo o no de estupefacientes, lo demás es que se concedieran subvenciones en este caso por cuantías que superan el millón de euros y que siete años después nadie fiscalizara la inversión pública y la supuesta creación de empleo que con ella se pretendía. Nadie. Sociedades fantasmas, subvenciones a dedo y descoque, y todo bajo los mandatos de tres consejeros diferentes que, por supuesto, no son responsables de nada porque “no lo sabían”. Y ése seguramente es el problema, que no lo sabían y deberían haberlo sabido, ellos y otros.
Es como Julián Muñoz, Roca y la operación Malaya. Nadie sabía que en Marbella había una relación corrupta entre la política y el ladrillo. Nadie, excepto cualquiera que pasara por allí. Pero mejor era no mirar, como en esto. Y un apunte: Rubalcaba dice que no es lo mismo la corruptela de un director general que la de presidentes como Camps o Matas. ¿No es lo mismo? ¿No? ¿Es mejor? ¿Es peor? Uf, que pesadez estar siempre con eso de que lo tuyo es peor que lo mío. Y qué inoportuno.
Griñán y su circo. Como ha dicho Mar Moreno, que sí estuvo con Chacón en Almería y en consecuencia se ha posicionado porque sabe lo que viene y afina el dardo, el daño hacia el presidente es “inmenso”. Claro que lo es, y más cuando justo Andalucía está en el centro del huracán en base al congreso federal de principios de febrero, donde por peso es clave, y a las autonómicas del 25 de marzo, que se presentan más abiertas que nunca y este rumor constante sobre escándalos con los ERES y directores generales corruptos viene a la causa socialista, digamos, como que muy mal. Porque el presidente no tiene manos para tapar tanto salidero que a su alrededor encuentra, y tanto en el plano de gestión y responsabilidad política como en lo orgánico, donde cada día controla menos porque la tropa de a pie, que son las provincias, se mueve sin liderazgo definido en busca de posicionarse cara a futuro. ¿Rubalcaba o Chacón? Nadie sabe muy bien qué diferencia hay entre ambos salvo el enfrentamiento entre sectores que vive el partido por una simple, clara y única cuestión de manejar el poder del partido.
Asambleas Psoe y El cambio andaluz. Al tiempo, el Psoe ha escenificado esta semana la trifulca interna a través de las asambleas locales celebradas para designar delegados a los comités provinciales que designarán los delegados que irán al federal de febrero, donde gane quien gane parece pierde el partido. ¿Tercera vía? Mucho desencanto en quienes hoy, inteligentemente, se han apartado de uno u otro bando en espera de tiempos mejores, que han de venir a poco que el PP se empalague de éxito y no controle eso de hacer justo lo contrario a lo que promete. Un tic peligroso y que le aleja del centro ideológico que hoy otorga mayorías.
En el PP se frotan los ojos ante lo fácil que se lo están poniendo y más de uno debe opinar si más bien no se tratará de una maquiavélica maniobra de despiste de esas mentes enfermas del puño y la rosa al objeto de confiarles porque nunca antes se encontraron ante otra igual, de eso sabe bien un Arenas que se presenta por cuarta vez tras haber perdido las tres primeras y, claro está, no se puede permitir patinar de nuevo. Se lo toman, en todo caso, muy en serio y justo estos días andan de convención fin de semana en la soleada Málaga encantados de conocerse y preparados para tunear Andalucía en azul. Pero para acometer el cambio andaluz deben ocupar tantos cargos que no salen las cuentas ni las personas, y ante ese detalle crece la especulación ante el posible reparto de cargos –cuidado con lo del oso y la piel-, y eso en política es materia de alto riesgo porque invita a la práctica de un deporte llamado codazo o lo que viene siendo acuchillamiento de tu compañero de partido que suele ser un enemigo más feroz que los que tienes enfrente o, la siempre al uso, agáchate que vienen los nuestros –derecho de copyright Psoe-. En el PP se advierte cómo sube el tono de la disputa interna y si no fuera porque la crisis les tiene a todos muy entretenidos la cosa sonaría con más fuerza. Lo hará.
Asambleas truculentas, congresos, convenciones, autonómicas, ERES, chóferes corruptos, ex directores generales de Empleo golfus de Roma, esposas encantadas, presidentes de comunidades imputados, yernos reales ambiciosos… Da para una letra larga de Sabina, música de Pancho Varona. Política espectáculo que hoy indigna al mismo nivel que distrae al ciudadano en su oferta diaria de ocio cuando, en realidad, de nada de todo esto debería hablarse porque, insisto, la política debería ser aburrida y nunca una invitación a ver tele devorando pipas ante tanta historia insólita.
En un mundo donde ya está inventada la fiambrera termo con entrada USB para calentar la comida en el ordenador no se entiende que la modernización no haya llegado a los sistemas de control de administraciones públicas y que un chófer y su jefe nos pongan a todos los pelos como escarpias. Pero no generalicemos, que es muy español, ni endemoniemos a todos los políticos ni a todos los chóferes, aunque, como decía la Consejera de Presidencia, el daño es inmenso. Lo es para Griñán, para el Psoe, para la Junta y, sobre todo y lo que más importa, para una Andalucía que pierde imagen a frenético ritmo e imagino que con ello posibilidades de negocio ante empresas que a la hora de invertir deben situarnos al nivel casi de la República Dominicana de Leónidas Trujillo. Quizás no tanto. Recomiendo leer, si no lo han hecho y termino, La fiesta del chivo, mi libro de hoy y que cuenta la historia de otro Trujillo que hizo de la política su vicio y con él montó su fiesta. Terminó a balazos. Cuidado.
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