La iniciativa de José Bono, de reunir en un almuerzo a los periodistas y diputados que vivimos el 23 F, nos sorprendió porque era la primera vez en 28 años que un presidente del Congreso, se acuerda de quienes estuvimos allí. Un acontecimiento que permanecerá en nuestra memoria porque es difícil de olvidar un golpe militar de aquellas características, en el que una vez más, un grupo de insensatos, comandados por Tejero, pusieron en peligro el futuro de nuestra democracia, y la vida de quienes eran la cabeza visible de un régimen que tanto había costado instaurar en España. Ver cómo sacaban del hemiciclo a Adolfo Suárez, al teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, a Felipe González y Santiago Carrillo, fue algo que nunca pensamos que tendríamos que ver desde la tribuna de prensa donde nos encontrábamos.
El almuerzo ofrecido por Bono, tuvo momentos de mucha emoción y otros de distendimiento, como no podía ser de otra manera pues una de las ventajas del paso del tiempo, es cómo los recuerdos se difuminan, incluso cómo se adulteran por más que uno trate de retener intactas aquellas imágenes de Tejero en la tribuna de oradores, instando a los que no llevaban uniforme a tirarnos al suelo.
Oír cómo cada uno de nosotros vivió aquella trágica jornada, nos sirvió para reencontrarnos y también para rendir homenaje a Francisco Laína, sobre el que recayó la responsabilidad de poner fin a aquel dislate sin que se derramase una gota de sangre. Que nadie le hayamos agradecido siquiera los servicios prestados aquella noche, demuestra hasta qué punto la ingratitud forma parte del comportamiento humano.
Junto a Francisco Laína y José Bono, se encontraba Sabino Fernández Campos, que desempeñó un papel importante junto al Rey, evitando que el general Alfonso Armada hiciera acto de presencia en la Zarzuela.
Hubo otras personas, también olvidadas, a las que no se ha dado el reconocimiento que merecen, pero a los que habrá que homenajear porque fue gracias a ellos hoy podemos disfrutar de la libertad que tenemos.