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Jueves 16/05/2024
 

Toros sí, por favor

Las corridas de toros son una tradición que no deberíamos perder, un arte, como la pintura, la música o el cine

Celebro que los toros vuelvan a Televisión Española, igual que, imagino, lo habrán celebrado en Casa Ceferino, en Barcelona, un templo del buen comer y el buen beber donde nunca falta una conversación, amena, distendida, sobre la tauromaquia. Lo celebro, montera en mano, como cuando cada domingo Canal Sur Televisión emite ‘Toros para todos’, un título cargado de intenciones, un programa didáctico y divertido. Un formato diferente, ahora que no abundan los programadores imaginativos que sepan sacarle punta a los contenidos. Un programa fácil de hacer: bueno, bonito, barato. ¿Toros en las emisoras públicas? Sí, por favor. Con mesura, con medida -los toros no son comerciales-, y al final de año una empresa tiene que presentar una cuenta de resultados y un número de espectadores, factores fundamentales para que esa empresa siga adelante.

Hay que ofrecer información taurina en los periódicos, en las radios y en las teles (públicas o privadas), ya digo, en pequeñas dosis, con medida, con mesura, calculando riesgos: los toros no tienen un público mayoritario. Excepción hecha, claro está, cuando se anuncia una primera figura como José Tomás, Morante de la Puebla, Alejandro Talavante, El Juli.. .Tampoco la  mayoria sabemos de la materia. Hay que reconocerlo. Sentados estos precedentes, hay que decir de nuevo sí a las corridas de toros: en la plaza, por televisión, en el campo.

Las corridas de toros son una tradición que no deberíamos perder, un arte, como la pintura, la música o el cine. En una plaza, toro y torero, se enfrentan en una lucha por igual, y en no pocas ocasiones el derrotado es el torero, algo que forma parte del ritual. El destino del toro bravo es morir en una plaza, altivo, desafiante, con un par. Tema diferente es tirar una gallina desde un campanario como hacen en Villamediana de Abajo o burlarse de un pobre novillo tontorrón para que caiga al agua. Ahí no hay un ritual serio, uniformado, asentado en el transcurrir de los años. En las corridas de toros, en cambio, sí.

Toros sí, por favor. Por las razones que he expuesto -algunas las he omitido conscientemente-, y por otra fundamental, aunque algunos conservadores me pueden mandar a un motorista con oscuras intenciones: porque quien quiera pagar una entrada tiene derecho a ver toros, cine, teatro o la Champions League. ¿No le parece ? Este servidor, reconoce, que tan solo ha visto una corrida de toros, y fue por obligaciones profesionales. Me gustan poco los toros, y confieso que no tengo intención de cambiar. Lo que sí me gusta es la  libertad -qué bonita palabra, libertad-, de opinar, de ir a los toros o no, de decir que uno es español o senegalés, de pertenecer al Betis o al Sevilla, de integrar o no la tertulia gastronómica de Avilés... Ah, sí, claro, mireusté, no faltaba más, hasta aquí podiamos llegar, todo con mucho respeto. “Aquí cabemos todos, o no cabe ni Dios”, como cantaba Victor Manuel.

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