Catalina Galán Fernández se levanta a las 10.30 horas, su yerno Pepe, “que es del planeta de los hombres buenos” la acompaña en el desayuno. Después se pone a leer, a teletransportarse a otros mundos en los que no ha podido estar. La lectura, es sin duda uno de sus grandes placeres, ahora devora las páginas de Desde mi cielo, aunque el libro que más le gustó de los veinte que leyó el año pasado fue La Reina Oculta. Antes de comer hace deporte, un poquito de bicicleta para no atrofiarse y almuerza, claro que sí, a ser posible un buen plato de patatas fritas con huevo y tomate. Por la tarde ve la televisión, hace ejercicio y de noche se refugia en su espacio, su habitación, donde puede volver a emocionarse con una buena lectura, escucha música, escribe o hablar por su móvil con la gente que la quiere y se preocupa por ella, sus tres hijos, sus nietos, sus bisnietos y alguna otra generación más que podrá ver si sigue conservando esa vitalidad y frescura tan poco común en una mujer como Catalina, que acaba de cumplir los cien años.
Un siglo lleno de recuerdos, de anécdotas, de sacrificios, como sus años cosiendo para los “señoritos de Jerez”, recuerdos que borrar de su marido, pero también muy positivos, sus ganas de luchar, su espíritu enérgico y la luz que irradia. Con la voz entrecortada su hija Celestina leyó ayer una carta escrita por esta centenaria mujer a quien la Delegación de Igualdad ha querido galardonar con la mención especial del Premio Racimo. Ella, a falta de la escritora Nunila Ramírez, y la ilustradora Myriam Cameros, que no pudieron recoger su premio por La Cenicienta que no quería comer perdices, acaparó todas las miradas de las cerca de mil mujeres que quisieron brindarle su apoyo y calor en el pabellón de Ifeca.
Catalina dice que no tiene secretos para mantener esa vitalidad, “yo soy así”, dice modestamente, y es que nunca ha recibido un premio. “Gracias por esta mención especial, quiero compartirlo con todas las mujeres que están aquí porque esta mención que se me hace es de todas las mujeres, que a pesar de las dificultades y los sufrimientos no hay quien nos quite las ganas de ser felices y en definitiva, de vivir”, dijo Catalina que, contra todo pronóstico, salió al escenario a recoger su premio demostrando que no hay suficientes achaques si existe vitalidad. El público, emocionado con sus palabras, soltó un olé, olé y olé, alabando esta fuerza que tanto la caracteriza y que la hace merecedora del Premio Racimo. 36.500 días muy bien vividos más los que quedan por vivir.
La alcaldesa, Pilar Sánchez, protagonizó un discurso que acabó convirtiéndose en una especie de mitin en el que felicitó a todas las mujeres y alabó el mensaje de ser felices y disfrutar de la vida que transmite Catalina, una mujer con una memoria histórica envidiable.
begopikos@gmail.com