El 3 de julio de 1971 moría en París, a causa de un ataque al corazón, Jim Morrison, el que fuera cantante de aquel grupo ya legendario dentro de la historia de la denominada música moderna: The Doors. Moría Morrison en plena fiebre creativa, pues apartado de los conciertos y del espectáculo en general llevaba siete meses en la ciudad del Sena inmerso en la preparación de una novela.
James Douglas Morrison nació en Melbourne (Florida) el 8 de diciembre de 1943. Allí vivió su infancia y primeros años de juventud, significándose pronto por su rebeldía y siendo etiquetado por quienes le rodeaban como “un pobre muchacho inadaptado”. A los 17 años se queda huérfano, lo que acentúa aún más la soledad que siempre le persiguió. A los 19 años recorre los Estados Unidos de punta a punta. Y es posible que en ese peregrinar comenzara a desarrollarse en Jim Morrison el talento que demostraría más adelante. Experimenta en distintos grupos de rock and roll, y estudiando cine hace amistad con RayManzarek, con quien funda TheDoors. Se les unirían después RobbyKriegger y John Densmore.
Los primeros años del grupo son difíciles. No obstante, en 1966 los llaman para actuar en el prestigioso Whiskey a Go-Go, y en donde cosecharon un éxito impresionante; máxime, si se tiene en cuenta que TheDoors nunca fueron un grupo a la usanza, pues tanto su música como las letras de Morrison estaban enmarcadas en lo que se conocía como la contracultura de la costa oeste americana. En un periódico de la época describían al grupo así “TheDoors son carnívoros en una tierra de vegetarianos musicales”.
Su primer contrato discográfico lo firman con Electra y sale a la luz el primer elepé, “TheDoors”. Una canción, “Light myfire” se coloca durante seis semanas consecutivas en el número uno de ventas. Y en 1967 eran ya una de las bandas más importantes de USA. Pero, sin duda, fue la figura, el carisma de Jim Morrison, su entrega sobre las tablas, el misterio que desprendía, lo que atrajo y cautivó a los hijos de la “Nueva América”.
En escena, Jim Morrison podía ser, al mismo tiempo, un poeta, un actor, un líder político o un profeta. El público lo adoraba. Canciones como “Waitingforthesun”, “Cars hissbymy Windows”, “L.A. woman”, reflejan el trazado del camino hacia esa liberación que Morrison emprendió sin dudar, alejándose de manera elegante de todo lo que concernía a las bambalinas, de todo el entorno de neón tan desconcertante. No le interesaba la sociedad en la que vivía, ni el mundo. Iba a la búsqueda descarada, sin tapujos, sin prejuicios, del propio yo. Un año antes de morir, Jim Morrison publica un libro de poemas, “American Prayer”, en el que se puede leer: “¿Sabes con qué palidez y qué temblor / llega la muerte en una hora extraña / no anunciada, no planeada? / La muerte hace de nosotros ángeles / y nos ofrece alas / donde solíamos tener hombros / tan suaves como las uñas de una presa”.