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19/05/2024
 

Estimado Alfonso:

No soy de los que cree que si llueve la culpa es del alcalde o que si hace mucho calor sea también culpa del alcalde. Después, ya sabes, hay cosas que hacen temblar al cielo: el tema del Vaporcito realmente no tiene nombre.

Me gustaría contarte que el papel higiénico es un invento relativamente nuevo. Fíjate como será la cosa que hasta hace unos dos mil años, se utilizaban hojas de lechuga, pieles, césped, arcilla y piedrecitas, musgo, nieve o algas.

Después los chinos inventaron unas hojas de papel, eso sí, para los más adinerados. Y cómo no, los más pudientes -por ejemplo la realeza francesa usaba encajes y sedas- también pudieron acceder a partir de la segunda mitad del siglo XIX a unas hojas “medicinales” bañadas en aloe y a precios desorbitados.

En 1880 los hermanos Scott crean el papel en rollo, que causó grandes polémicas porque se consideraba inmoral tenerlos expuestos en las tiendas. Eso sí, nada de suavidad o absorción. En el siglo XX se anunciaba papel higiénico “libre de astillas”… qué dolor.

Y El Puerto me duele. No soy de los que cree que si llueve la culpa es del alcalde o que si hace mucho calor sea también culpa del alcalde. Tampoco me gusta clamar en voz alta cómo está nuestro Puerto, pero los defectos saltan a la vista y es muy difícil clamar bajito.

Dicen que la ropa sucia hay que lavarla en casa, pero es que El Puerto de Santa María es mi casa y ya hay ropa tendida en todos los balcones y ventanas. No es sólo el estado lamentable de la gran mayoría de calles, ni el aspecto paupérrimo de las casas palacio (cierto es que muchas son de propiedad privada, pero las de responsabilidad municipal están igual de abandonadas), ni tan siquiera la zona naranja (verdad también que en todas las playas turísticas del mundo mundial existen) o los chiringuitos de verano (que por la tardanza en instalarlos bien podrían haberse dejado para el año que viene), ni el abandono de los polígonos (me imagino las bolas de ramas rodando como en las películas del oeste)...

Después, ya sabes, hay cosas que hacen temblar al cielo: el tema del Vaporcito realmente no tiene nombre. Bien de Interés Cultural… y dejado a su suerte (también de propiedad privada). Seguro que existe algún resquicio legal para que el Vaporcito se coloque, por lo menos, en una rotonda (mientras, se podría instar a la propietaria a que valle el varadero donde se encuentra a día de hoy, que ofrece una imagen lamentable).

No digo yo que los barcos de vela suenen sus sirenas al verlo pasar de nuevo por la bahía, pero qué menos que habilitarlo para museo, restaurante o qué se yo. Creo que no me quemo la mano si digo que habrá alguna subvención europea para esto… igual que para los aparcamientos subterráneos.

De las bodegas de San Bartolomé, Valdés, el ensanche bodeguero… mejor no hablar. Claro, si un árbol asoma por una ventana de una bodega abandonada cualquiera, con la mala suerte de que se trata de una especie que suelta flores pegajosas, la parte de la acera que le toque… la calle del chicle.

Si una fachada está destrozada por el paso de los años y la propiedad no la encala, pues caliche por doquier. Ruego disculpes la cantidad de puntos suspensivos, pero es que me debo morder la lengua porque, aunque no me da igual el signo político que gobierne nuestra ciudad, son las personas y no los partidos los que se tienen que tirar a la calle y patearla.

Sé que te preocupa El Puerto y que te dejaron un ‘regalito’, pero habría que hacer como con los ginkgo biloba de Micaela Aramburu: puñetazo en la mesa y reposición de palmeras. En serio, te alabo la decisión porque ese debe ser el talante. Diálogo pero decisión. Amabilidad pero firmeza. Partido pero portuense. Tuyo afectísimo. 

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