Como dice mi amigo Charly “siempre somos los mismos… los mismos de siempre”. Para animar, para acudir al Ayuntamiento, para las convivencias, para ayudar en lo que haga falta… los mismos de siempre. Luego escuchas golpes de pecho racinguistas que dicen: “yo voy al Cuvillo desde los tres años. Pues yo con seis meses ya me llevaba mi padre. Pues lo mío es más grande, mi padre y mi madre me engendraron allí, debajo del marcador de preferencia”. Bromas aparte, el equipo no estuvo arropado, esa es la verdad.
Con lo que llevan pasado nuestros jugadores y haber llegado hasta aquí con posibilidades es increíble. Merecían sobradamente que la afición los mimara, los llevara en volandas. En cambio la fría tarde se nos quedó helada a los racinguistas, a los de siempre, los que sentimos al Racing como una parte más de nuestra vida. No hubo llantos, es cierto. Quizás por lo esperado de la situación.
Hubo risas con la linier de preferencia, como de costumbre y un conformismo extraño. Si les soy sincero los últimos veinte minutos los pasamos hablando sobre la próxima temporada y sobre lo que nos gustaría que Jordi Fabregat liderara ese proyecto. Que si las cosas se arreglan económicamente, que si traeríamos jugadores de El Puerto que están en los clubes de la provincia, que Zanotti tiene que volver, que si el año que viene vamos a luchar por la liguilla en Tercera, que hay que apostar por los canteranos…
Esto es lo que tiene la afición racinguista. No hemos asimilado aún el descenso a tercera cuando ya estamos ilusionándonos con la temporada siguiente. Aquí somos así. Por eso nunca podrán con nosotros. ¡Viva el Racing!