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Lunes 25/11/2024
 
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El último verano feliz

1935 fue un año glorioso para el fútbol sevillano. Nunca un equipo andaluz había ganado nada importante, pero ese año se vinieron para Andalucía los dos principales trofeos de nuestro país: la Liga, para el Betis, y la Copa, que entonces no era del rey sino del Presidente de la República

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1935 fue un año glorioso para el fútbol sevillano. Nunca un equipo andaluz había ganado nada importante, pero ese año se vinieron para Andalucía los dos principales trofeos de nuestro país: la Liga, para el Betis, y la Copa, que entonces no era del rey sino del Presidente de la República, para el Sevilla FC.

Para situarnos: en 1935 en España sonaban ya tambores de guerra. El gobierno republicano conservador nombraba a un joven general, Francisco Franco, jefe del Estado Mayor Central, como pago a su eficacia sangrienta durante la Revolución de Asturias; aquel año se celebró la primera edición de la Vuelta Ciclista a España, ganada por el belga Gustaav Deloor; en Colombia un accidente de avión borraba para siempre la vida de Carlos Gardel; y en Sevilla, con pocas semanas de diferencia , se celebraban dos títulos futbolísticos, la Liga y la Copa.
El Betis, aquel Betis republicano que no era Real sino Balompié, tuvo el honor de ser el primer equipo andaluz en ascender a Primera División. Uno de sus jugadores, Simón Lecue, le marcó al Valencia el 4 de diciembre de 1932, en el viejo campo del Patronato en el barrio del Porvenir, el primer gol que se vio en Andalucía en un partido de primera división. Aquel mismo año llegó a Sevilla un irlandés de Dublín del que uno no está muy seguro si fue un personaje real o un fantasma de puro fútbol que anduvo herrante por aquella Europa de entreguerras. Patrick O’Connell, a quien por aquí le llamaban don Patricio, reunió un equipo fantástico, repleto de jugadores vascos, Areso, Aedo, Lecue, Unamuno, Urquiaga, Larrinoa… Aquel Betis se proclamó campeón de liga en dura pugna con el Madrid FC. Fue, no podía ser de otra manera, un sábado de feria, tras imponerse en Santander al Racing por 0-5. O’Connell, que había entrenado al Racing con anterioridad, visitó la noche anterior a su exequipo y les pidió, ya que no se jugaban nada, que no se esforzaran demasiado. Pero el equipo cántabro tenía un presidente madridista y además iba primado hasta las trancas. El Betis ganó y goleó en buena lid, y se trajo para Andalucía la primera liga de la historia de nuestro fútbol.
A algunos jugadores de aquel Betis campeón se los llevó el viento infame de la guerra. Areso y Aedo, fieles al bando republicano, sufrieron un largo y ancho exilio. En el otro lado de la trinchera estuvo Guillermo Eizaguirre, el ángel volador le llamaban, portero del Sevilla FC. Eizaguirre, que acabó la guerra con el grado de capitán de la Legión, fue uno de los protagonistas principales en el primer título conseguido por el Sevilla.
Por primera vez la Copa salía fuera de sus feudos habituales: Madrid, el País Vasco y Cataluña. Tras deshacerse del Madrid FC, del Atlético de Madrid –Athletic de Madrid se llamaba entonces- y de Osasuna, la tarde del 30 de junio de 1935, en el viejo estadio de Chamartín, el Sevilla de Eizaguirre, Euskalduna, Fede, Torrontegui y Campanal, se imponía en la final al CD Sabadell por 3-0, con un gol de Bracero y dos del enorme Guillermo Campanal.
Guillermo Eizaguirre recibió la Copa de manos del presidente de la República, el andaluz de Priego Niceto Alcalá-Zamora. La fiesta que empezó el Betis el sábado de feria cambió de bando en el comienzo de aquel verano dichoso. El último verano feliz en mucho tiempo. Un año después por aquellas mismas fechas muchos de los que se abrazaban hermanados y alborozados con el fútbol como excusa, se mataban con idéntico fervor.

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