Chaquetas en la puerta

Publicado: 12/01/2020
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

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Sé que esta historia os suena, y os suena mucho, y os duele, porque fue el pan nuestro de cada día en los círculos andaluces durante unos cuantos años.
Me acuerdo que, en las primeras reuniones del círculo, ya se notaban las tácticas entristas de los troskistas de anticapis, cuando querían ignorar los límites políticos de Podemos por el simple hecho de que ellos tenían una bagaje político e ideológico distinto. Ellos decían que no tenían por qué aceptar ningún tipo de transversalidad aunque fuesen de Podemos, porque ellos eran de izquierdas y muy de izquierdas. Y algunos les recordábamos que todos teníamos algún tipo de chaqueta ideológica que no casaba perfectamente con Podemos, ya que Podemos acababa de nacer y nosotros no, y que esa chaqueta había que dejársela en la puerta en las reuniones de Podemos, y actuar y votar conforme a los reglamentos y documentos de Podemos.

 Sé que esta historia os suena, y os suena mucho, y os duele, porque fue el pan nuestro de cada día en los círculos andaluces durante unos cuantos años. Y si perdían una votación que ni siquiera debería haberse producido, al día siguiente te la volvían a organizar e invitaban a sus colegas de los municipios y, en algunas ocasiones, provincias colindantes. Esto es parecido a que te contraten para trabajar en un restaurante vegetariano y líes una revuelta pseudosindical porque quieres servir carne.

Ahora asistimos con pasmo a una conclusión lógica de todo el viraje argumentativo e ideológico de los purísimos anticapis durante este tiempo. Recapitulemos, porque es de traca. Primero, eras troskista, pero ayudas a levantar Podemos, que no es un partido troskista y lo sabes. Luego, dentro de Podemos, intentas que cada círculo en el que militas se convierta en una célula troskista, y más o menos lo consigues, hasta que la gente empieza a poner pie en pared y, más importante aún, todas las justas reivindicaciones que crees que te has ganado con tus tácticas, no fructifican; no es que no fructifique ninguna, algunas han conseguido, es que lo quieren todo. Quieren el control del censo y el dinero, admitiendo que su proyecto político es distinto al de los inscritos que figuran en ese censo y que aportan ese dinero.

 Y ahora, después de ser troskistas, que se han metido en Podemos, como no tienen todo lo que exigen, se hacen andalucistas, lo cual es un viraje alucinante en los acontecimientos, ya que ni los troskistas ni los de Podemos son nacionalistas; respetan las naciones históricas que forman España, que es cosa distinta porque, al mismo tiempo, trabajan por ganar derechos para los que comparten estatus social y laboral, sexual y sensible, los desposeídos histórica, económica o socialmente, estén en Murcia, Salamanca, Girona o Cádiz. Es la siguiente transformación de los troskistas en busca del control absoluto del censo y el dinero, de las contrataciones; ahora dicen que son andalucistas. Y están consiguiendo engañar a unas cuantas formaciones que sí lo son de verdad, a base de insultar a nuestras diputadas andaluzas electas insinuando que nadie hablará de Andalucía en el Congreso.

  A base de llamar mesetarias a nuestras compañeras de la dirección estatal, elegidas por todas desde todas las provincias, intentan hacer creer, a quien les compre el discurso, que un troskista es capaz de dejar la chaqueta de sus convicciones e intenciones en la puerta, cuando el tiempo y las veces han demostrado que eso no sucede nunca. Ellos nunca transaccionan, ni negocian ni ceden un centímetro para que todos ganemos. Por supuesto, no son andalucistas porque nunca lo han sido, y porque ellos no cambian, viven en una revolución permanente en forma de cuña, porque saben que sus planes nunca serían aprobados democráticamente si se explican tal cuál son; ellos no dejan la chaqueta en la puerta; se ponen otra encima, la que haga falta en cada momento, la blanquiverde, la animalista, la feminista, la barrial, la que sea.

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