El Bar Andaluz ha instalado sus mesas en la puerta del señero establecimiento en la plaza San Antonio y en la calle Junquera cada mañana desde el año 1985. Hasta el pasado 1 de noviembre, cuando, por orden municipal, el propietario se vio obligado a trasladar la terrazar al interior de la plaza.
“No tiene sentido ninguno la reestructuración”, asegura, por su parte, Antonio Pérez, responsable de La Prensa, que ha tenido que desplazar el mobiliario a más de 20 metros del local.
“Mosqueado”, lamenta que, además, tiene un contenedor de vidrio al lado de unas sillas, lo que resulta molesto por los olores que desprende. Y ahora, con la bajada de temperaturas, y dado que da el sol desde temprano, resulta agradable estar sentado, pero cuando suba el mercurio, teme que sea insportable salvo que “ponga dos polos en cada sombrilla y una palangana con agua para los pies”, ironiza.
“Nadie nos ha preguntado ni nos ha informado”, subraya. La notificación solo ha llegado a posteriori. “He preguntado la razón por la que se ha llevado a cambio y no tengo respuesta”, denuncia.
Uno de los tres socios de Mamma Pronto, cuyas mesas ocupan parte del espacio que tradicionalmente ha usado La Prensa, tampoco ha recibido comunicación previa y el traslado, que nunca solicitó, no le viene ni bien ni mal.
A corto plazo, todos comparten su preocupación por la instalación de la pista de patinaje y el mercadillo con motivo de las fiestas navideñas, que les restarán superficie disponible.
En El Mentidero, los hosteleros comparten indignación con sus colegas de San Antonio. “Los bares tienen sus mesas apelotonadas”, afirma Juan Chicón, propietario de El Serrallo, también afectado con la redistribución. “Aquí trabajan 40 camareros; si nos restan metros, las plantillas se resienten”, agrega, y lamenta el exceso de celo. “La última vez que me midieron la terraza fue el domingo a las once de la noche”, exclama.