Tras ser presentado por el Secretario del Centro de Cádiz D. Jaime Rocha, las primeras palabras del conferenciante sirvieron para definir la Asociación Católica de Propagandistas como un instrumento eclesial de renovación de las estructuras sociales y de formación en los católicos para lograr la modernización de España en todos los órdenes.
El ponente hizo un repaso de las circunstancias especialmente convulsas de la vida nacional entre 1907 y 1909 que rodearon el nacimiento de la ACdP, cuya puesta en marcha se debe a la honda inquietud que el Vaticano tenía sobre la situación social en la España de inicios del siglo XX.
La ACdP se basó en la actividad de un reducido grupo de personas bien formadas que daría forma inicial a obras o iniciativas como Acción Católica, Cáritas, partidos políticos como la CEDA (Confederación Española de las Derechas Autónomas), sindicatos, como la CNCA (Confederación Nacional Católica Agraria), centros de enseñanza como el CEU, una cadena editora y de prensa, como EDICA (Editorial Católica).
Los principios a los que se sujetaba su actuación fueron:
- - La fidelidad a la Jerarquía de la Iglesia,
- - El desarrollo de un catolicismo social y
- - La participación en la vida pública.
Surge así, una obra renovada, vigorosa, juvenil, paciente y abnegada, que solo pudo hacerse con espíritu sobrenatural porque exigió sacrificio y esfuerzo sin recompensa ni brillo. Obra de apostolado que no redundaba en provecho propio sino en ajeno.
Los propagandistas se han caracterizado por dos cualidades capitales: la de ser impulsores de obras adelantadas a su tiempo, y la de trabajar en ellas a largo plazo para luego obtener frutos imperecederos. Al ser los primeros en acometer tareas que no eran las propias de su tiempo, han tenido siempre ese don de la anticipación, de la antelación, ese carácter de pioneros y ese sello de ser hombres de frontera; con todas las dificultades que eso entraña.
Los tres campos de acción del propagandismo católico han sido: el social, el cultural y el político. En todos, la ACdP, de la mano de su primer presidente Herrera Oria, crearía obras influyentes en la vida pública de la España del siglo XX.
A la hora de abordar el porvenir de la ACdP, Mayoral afirmó que para sentar las bases del futuro, los propagandistas debemos ser fieles a nuestro carisma y seguir formando hombres, verdaderos católicos, que luego crearán obras. Porque crear obras sin hombres capacitados para dirigirlas es como edificar sobre arena. Estamos hoy, dijo el conferenciante, en un contexto muy similar al de 1909. La incertidumbre sigue rodeando la vida nacional. Parece que nada es seguro y que todo está en juego. Pero hoy como ayer, como hace más de cien años, debemos seguir anticipándonos, siendo pioneros y continuar esforzándonos en nuestros proyectos y obras.
Nuestro porvenir, no solo como propagandistas, sino también como católicos, depende de que prosigamos dispuestos a una mayor participación en el espacio público. El cristiano o es hombre público o no es cristiano. Hoy los retos decisivos se libran en los campos de la vida pública. Y ahí debemos estar, aceptando las condiciones del juego. Nos gusten o no esas condiciones. No es cristiano replegarse. Menos aún tener miedo.
La religión no es cuestión de cristianos reunidos en las iglesias, sino de tener cristianos en la política, la economía, la educación, la cultura y hasta en los deportes. Cristianos permanentemente en las calles. Saliendo al encuentro del mundo y de los desafíos que nos plantea. Abriendo nuevos caminos de anuncio. Creando, en fin, cauces de diálogo con quien no piensa ni cree como nosotros, sin imposiciones pero tampoco sin renunciar a nuestras verdades absolutas.
La ACdP ha de volver a los tres campos de apostolado que le dieron esplendor y fecundidad: el social, el cultural y el político. Si bien con cierta adaptación al mundo de hoy. Con nuevas sendas y con nuevas formas de anuncio. Por ejemplo, el mundo digital, las redes sociales, los blogs, las Webs. Todo el entorno digital ha de ser campo de misión para nosotros. De vivir hoy Herrera Oria estaría revolucionando las redes sociales. Odres nuevos, vino nuevo, pero de la misma viña de siempre.
Pero el éxito de cualquier forma de apostolado depende en gran manera del valor de los apóstoles que a él se dediquen. Si ellos están unidos a Cristo y a la Iglesia, harán maravillas. Si no lo están, se corre el riesgo de caer en el puro activismo, que desemboca a la larga en la mundanidad y nos lleva a la incoherencia de vida, el mayor defecto de los católicos hoy. Para hablar de Dios, antes es preciso hablar con Dios. El medio es la oración y la vida sobrenatural. Para poner las bases del porvenir no se trata de hacer borrón y cuenta nueva ni tabla rasa. Pero sí debemos ser exigentes con nosotros mismos. Debemos renovarnos, renovar la ACdP y renovar nuestro compromiso de apóstoles. No derribar, pero sí ventilar el edificio, edificar nuevas obras desde nuestros cimientos firmes. Las reformas con éxito son aquellas que conservan lo firme. Y nosotros debemos construir, no destruir.
Nuestra a renovación ha de ser hacia fuera pero también hacia dentro. En suma, se trata de analizar qué tipo de Asociación queremos para este siglo XXI, qué tipo de propagandistas debemos ser para el tiempo que ha de venir, especialmente, si deseamos continuar con el afán de ejemplaridad que ha suscitado y fortalecido vocaciones generosamente entregadas al servicio de la Iglesia y de la sociedad española.
El porvenir de la Asociación Católica de Propagandistas pasa por una mayor e incisiva presencia en la plaza pública; un apostolado más genuino y fecundo, profundizando en la acción social recuperando el concepto herreriano de conciencia social o conciencia ciudadana, priorizando la acción cultural, que es previa y decisiva para poder ser los primeros luego en la acción política. Y, por supuesto, con más ardor juvenil en nuestras filas. Pero también, el agraciado porvenir de la ACdP va a depender de si como propagandistas sabemos o no ser humildes, desprendernos de nuestros protagonismos, servir a Dios y no servirnos de Dios, y dirigir una mirada de sólida reflexión y de serena crítica hacia nosotros mismos, hacia nuestra vida interior, hacia nuestro depósito espiritual, que es realmente el que nos mantiene fortalecidos ahí fuera, y ver si lo tenemos lleno o es un depósito que está en la reserva y necesitado de repostaje.
Raúl Mayoral terminó con unas palabras del Papa Francisco sobre el Espíritu Santo: "El Espíritu Santo es el único capaz de darnos la gracia de la valentía de anunciar a Jesucristo. Y esta valentía del anuncio es lo que nos distingue del simple proselitismo. Nosotros no hacemos publicidad para tener más 'socios' en nuestra 'sociedad espiritual', Esto no sirve. No sirve, no es cristiano. Lo que el cristiano hace es anunciar con valentía, y el anuncio de Jesucristo provoca, a través del Espíritu Santo, el asombro que nos hace avanzar".