Desde San Antonio se ponía en la calle la hermandad de Columna, con el Cristo que tallara Jacinto Pimentel, que recoge en su espalda toda la crudeza de la pasión y el dolor inflingido a Jesús.
Así, en su paso de misterio, que poco a poco va hacia su culminación, el Señor atado a la columna comenzaba su procesionar por las calles de Cádiz para hacer Estación de Penitencia en la Catedral.
Detrás, su madre, María Santísima de las Lágrimas, en su bello palio de cajón, cierra un cortejo clásico para un Martes Santo que cada vez gana más peso como una de las jornadas grandes de la Semana Santa gaditana.