La delegada municipal de Cultura, Susana Rivas, y el director del Museo de Chiclana, Jesús Romero, han abierto una nueva exposición en estas instalaciones, ‘La imagen romántica de Andalucía’, que permanecerá en el Museo de Chiclana hasta el próximo 10 de julio. En esta ocasión, la cita anual con García Gutiérrez y el Romanticismo llega de la mano de esta muestra que tendrá como objeto la imagen que el Romanticismo tuvo y difundió, a través de los viajeros europeos y que todavía perdura.
“En esta ocasión hemos querido traer aquellos grabados del siglo XIX, que vienen a reflejar todo lo que era la historia de esa Andalucía romántica, a través de la visión de viajeros que hicieron ilustraciones de toda la comunidad, tanto su patrimonio como esos tópicos que acompañan Andalucía”, ha indicado Susana Rivas, quien ha invitado a la ciudadanía a “que pueda venir y observar cómo era esa Andalucía a través de los grabados de los viajeros”.
Por su parte, Jesús Romero ha resaltado que la muestra “se enmarca entre dos fechas significativas como el Día del Libro y la conmemoración del nacimiento de García Gutiérrez. Por eso, no son solo grabados, sino que son grabados que ilustraron libros de viajeros románticos”. “Hace años desde el Museo nos comprometimos a tener presentes cada año, de algún modo, a García Gutiérrez o al Romanticismo y seguimos ahí”, ha expresado el director del Museo, quien ha añadido que “no se trata de fotografías, sino que también está la visión del artista”.
Las visitas en tropel del turismo actual dificultan comprender aquello mismo que se tiene ante los ojos, la realidad en la que uno se adentra. Como si de un experimento cuántico se tratase, el mismo observador deviene parte del experimento resultando, a la vez que observador, objeto observado. Pero no fue siempre así la cosa pues, antes de la democratización turística del viaje, los viajeros eran pocos y no frecuentes, lo que permitía que en sus largas expediciones, el viajero ocasional apenas alterase la realidad a la que se acercaba con afán frecuente de inmersión en ella.
Entonces, viajar no era inquietud de fin de semana o puente a lo largo y ancho de una geografía más o menos acotada. Era una experiencia más abierta a lo sorpresivo. Una cierta quietud posibilitaba una mayor hondura. La formación de la que con frecuencia los viajeros gozaban contribuía no poco a ello.
Luego pocos y formados. Pero he aquí la trampa: también en el punto de partida el experimento puede resultar distorsionado, escorado, contaminado y manipulado. Desde la misma hipótesis tomada como punto de partida. Los viajeros no llegaban vírgenes a un destino por descubrir, ya que venían cargados de relatos previos, de lecturas, con imágenes preconcebidas a confirmar, con prejuicios difícilmente refutables cuando se empecina la voluntad en ratificarlos.
Una España legendaria de castillos y templos medievales, de una Edad Media con sabor oriental sobre todo, de un oriente realmente próximo y a mano, una España de flamencas y toreros, de serranos bandoleros,… La España tópica que, de manera especial, perecía concentrarse en una Andalucía exótica muy al gusto de la nueva burguesía. Así la recogieron y proyectaron, incluso al final del XIX, las exposiciones universales que pusieron de moda Andalucía y contribuyeron a aumentar la afluencia de visitantes a nuestra tierra cimentando la actual industria del turismo.
Esta imagen, es la que recogieron los libros ilustrados del XIX, entro otros Le tour du monde con las populares ilustraciones de Doré, The Tourist in Spain de Thomas Roscoe con grabados realizados a partir de dibujos de David Roberts o en anterior trabajo Voyage pittoresque et historique de l’Espagne de Alexandre Laborde. A la medida que el mundo se viste de uniforme, viajar, si tal, es viajar en el tiempo. Los viajeros románticos lo tenían ya claro.