Con mucho más ímpetu que otros partidos aunque dejando nuevamente, claras muestras de la alarmante falta de calidad que atesora, para el Betis la permanencia es prácticamente un hecho que podría certificarse en función de los resultados de los equipos inmersos ahora mismo en la zona de descenso.

Un encuentro además que, desde el segundo uno, mostró claros síntomas de relajación por parte de ambos cuadros, sabedores de que la salvación era cuestión de tiempo, pues la puntuación con la que partían, así lo denotaba.

Sin demasiada presión, las ocasiones brillaron por su ausencia. Únicamente el que no desiste jamás, Rubén Castro, quiso ponerle el picante a la salsa, con un gol en la primera mitad que, posteriormente sería anulado por un colegiado de nefasto recuerdo bético como Vicandi Garrido.

Sin embargo, el duelo se le pondría pintiparado para los verdiblancos, cuando dos faltas en menos de diez minutos del central canario Aythami; dejaría con superioridad numérica al bloque heliopolitano en el 41’ de la primera.

Y así fue como después de 83 minutos de zozobra, el futbolista que acabaría por desequilibrar el encuentro sería Van Wolfswinkl, cuyo tanto a pase genial de Ceballos, puso el broche al objetivo.