Semana de Pasión

Publicado: 11/04/2022
Autor

José Manuel Infante Gómez

Columnista mitad barbateño mitad madrileño. Redactor en web deportiva trescuatrotres.com

Días de barrunto

En palabras de su autor: "Intento decir lo que pienso pensando siempre lo que digo"

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Ojalá que el retorno de estas tradiciones sea la señal que indique la vuelta a la ansiada y añorada normalidad
La burrita, un año más, entró al Templo tras volver a ejercer como pionera. Quedaba, por tanto, oficialmente inaugurada una nueva Semana Santa. Mientras, en las calles, la multitud que antes había asistido al recorrido se afanaba en conseguir una pequeña hoja de palma para exhibirla como virtual trofeo en aquel domingo que ya se acercaba a la hora de la comida. Por delante quedaban aún siete días donde cada cual derrocharía pasión de la forma que creyese más conveniente.

Pero la Semana Santa se asocia con solemnidad y esta alcanza mucho más esplendor si se ampara en la nocturnidad y se adorna con la saeta como banda sonora. Y es por la noche cuando un Ecce Homo al que acompaña todavía la Salud rompe el silencio de un lunes totalmente distinto a los del resto del año.

En un huerto, bajo un olivo, una figura se arrodilla para entonar una oración con la que intenta aferrarse como sea a la Esperanza de ese martes.

Medinaceli es un topónimo  árabe que significa “Ciudad del Cielo”. Y hasta el mismo cielo parece dirigirse una imagen que lleva a su lado el misterio de la Trinidad el miércoles por la noche.

Se llega al punto más álgido de esta festividad religiosa el Jueves Santo. Primero, con un Nazareno que, de forma Dolorosa, se encamina hacia la Cruz donde su leyenda quedará forjada con un halo sagrado de Amor y Paz.

Es inevitable que el viernes sea el día más triste de la semana. Y ese sentimiento invade el pueblo al caer la noche cuando un entierro, por muy Santo que sea, llega a todas partes transportado por una indescriptible sensación de Soledad.

Seguramente, el sentido religioso de la fiesta se acaba con ese virtual funeral, convirtiendo la procesión dominical del Resucitado en un mero trámite. Por lo tanto, el sábado se suele reservar, fundamentalmente, para celebrar el retorno de familiares y amigos al pueblo. Es como si Longinos, veinte siglos más tarde, se pasease con su lanza pinchando a todo el mundo con el fin de inyectarles alegría para que sea este sentimiento el que reine sustituyendo a la nombrada solemnidad.

Vaya por delante, antes de terminar, que no soy en absoluto capillita. He intentado, siempre desde el máximo respeto, darle un sentido religioso a este artículo para homenajear, a mi manera, a todas esas personas que viven con fervor la Semana Santa, ya sea saliendo como penitentes, con peineta y mantilla, de costaleros o acompañando a los pasos para cumplir cualquier promesa. Dos años después, tienen de nuevo la oportunidad de volver a disfrutar de su fiesta.

Como recuerdo, nos quedará flotando en el aire el inconfundible olor a cirio quemado, mientras que, durante unos días, Barbate se asemejará a un circuito automovilístico a causa de los restos de cera que quedan en el pavimento, que harán a los coches sonar como si su trayecto fuese un continuo derrape.

Ojalá que el retorno de estas tradiciones sea la señal que indique la vuelta a la ansiada y añorada normalidad.

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