Dos semanas después, el polémico beso sin consentimiento de Luis Rubiales a la futbolista Jennifer Hermoso sigue dando coletazos. Aunque la reacción de la ciudadanía ha sido clave en el gol que la jugadora y sus compañeras han metido al machismo, como decíamos la semana pasada, hay una parte de ella que sigue pidiendo que entre el VAR a ver si hay alguna forma de que no suba al marcador. Desde filtrar vídeos que intentan probar un consentimiento que no hubo hasta acordarse de los precios del combustible o el aceite para tratar de relativizar el (presunto, por imperativo legal) acto de violencia sexual vivido hace dos semanas en Australia. Y es que esos que defienden el libre mercado y que se quejan ahora de sus consecuencias son los mismos para los que besar a una mujer contra su voluntad no es tan grave.
Esto me lleva a hacer memoria y acordarme de tantos casos donde se relativizó el calado de los hechos. Hace unos meses, el futbolista Dani Alves entró en prisión acusado de agresión sexual y ya estaba media caverna machista bramando lo de siempre: que la chica iba a cazar dinero del jugador, que no se podía demostrar que hubiera sido violada, que si ellos en su lugar hubieran hecho esto o aquello... Ni siquiera la autohumillación de la víctima, renunciando a cualquier indemnización que pudiera corresponderle, sirvió para que los vestigios de Neanderthal dejaran de decir sandeces. Ni siquiera una versión firme contra los innumerables cambios de versión de Alves les daba para pensar que, a lo mejor, había una verdad siendo contada mientras las distintas versiones se correspondían con los cambios en la línea de defensa del jugador. Y esto desemboca en el patrón habitual: hombre famoso, rico e influyente siendo apoyado mientras la víctima, una joven desconocida, es desacreditada pese a la firmeza de sus argumentos.
Hace unos años, la víctima de
La Manada era cuestionada, llegando a ser más investigada que sus propios agresores. De repente, un testimonio y distintas pruebas quedaban
desmontados según la defensa de los cinco violadores porque el detective que habían puesto a seguir a la joven había demostrado que la chica intentaba retomar una vida normal, saliendo con sus amigas y manteniendo su actividad en sus redes sociales. Porque todo el mundo sabe que si te han violado ya no puedes publicar en Facebook, salir a divertirte e intentar hacer vida más allá de encerrarte a llorar porque cinco cerdos no respetaron tu cuerpo. Y lo triste es que ese excremento de relato caló en una parte de la sociedad, que se posicionó con ese infame juez que vio "jolgorio" en una agresión sexual grupal. Sólo falta que nos digan que el canibalismo es otra forma de gastronomía.
No se nos escapa tampoco el ataque judicial a la Ley de Libertad Sexual, con esas rebajas de penas aplicando la ley a medias para que, al computar las condenas con una ley y con otra, la aplicación del
in dubio pro reo diera lugar al problema que se generó. Sin aplicar los agravantes generados de violencia o intimidación, ya probados en la sentencia condenatoria (de lo contrario habrían sido sentencias por abusos). Con un Tribunal Supremo que se contradecía en su criterio habitual de seguir el de la Fiscalía para avalar semejante aberración. Y, lo más triste, con el precedente del año 2004 en que hicieron lo mismo con la Ley de Violencia de Género, reduciendo penas a maltratadores. ¿Hacen falta más ejemplos?
Pues sí, hay uno más en el momento en que el Tribunal Administrativo del Deporte califica como falta grave y no como muy grave el beso sin consentimiento de Rubiales a Hermoso, haciendo que el CSD no lo pueda inhabilitar. Es decir, que el Tribunal admite que fue un acto ilícito pero que
no es para tanto. Total, sólo ha accedido carnalmente al cuerpo de una mujer sin su consentimiento, no ha encarecido el aceite ni el gasoil. Eso, a la vez, ha dado alas al motrileño para venirse arriba y, si ya en su discurso en la asamblea de la Federación se permitió decidir por sus huevazos qué feminismo es el verdadero, ahora insiste en otra
joya que soltó aquel día: insiste en decidir qué mujeres han sido "agredidas sexualmente de verdad". Como decía, el gol de Jenni Hermoso al machismo sube al marcador por ahora. Pero no hay tanto que celebrar: aún hay que remontar el partido.