Predecir el futuro que le deparará al Ayuntamiento portuense en los próximos meses es tarea compleja ante el paulatino debilitamiento que se viene produciendo tras una ruptura telegrafiada y emitida sin pudor en directo.
Aunque sí hay un pronunciamiento meridiano, nada bueno se puede esperar por el desfonde municipal en la recta final de la legislatura.
La suspensión de las asambleas en el inverosímil Presupuesto Participativo no ha sido más que el pretexto perfecto para empezar a marcar desavenencias entre los dos partidos del Gobierno.
Un paso marcado por Izquierda Unida alentada por determinaciones supralocales, busca el encaje de la formación en aspiraciones futuras y que van mucho más allá de acuerdos en la absorción con Podemos y sus pactos con Alcaldías socialistas. Y en maniobras políticas y ajenas a la actualidad portuense, el bipartito afronta su última etapa y sus últimos días en el poder.
Eso en el incierto futuro de la formación de Fernández; en la del PSOE local, la oposición es triplicada, la presión propia y la ajena. La que ejerce su socio en romper la baraja, los partidos opositores y la que genera las corrientes alternas que se mueven ya de cara a las elecciones de 2019.
El ambiente tenso en el que se zarandea el Gobierno local no ayuda a dar respuesta a los que esperan hallar solución y a dar credibilidad a un cambio que sigue sin contentar y sin ser garante de estabilidad.