Un desvío en el camino

Publicado: 08/06/2011
Reeditan el libro de Eva Díaz, 'El Polvo del Camino, el libro maldito del Rocío', una mirada distinta sobre El rocío
En 1994, la periodista Eva Díaz (Sevilla 1971) escribió por primera vez para el diario El Mundo una crónica sobre el Rocío. Hizo lo que tiene que hacer un periodista, observar desde una distancia suficiente que le permitiera tener una imagen amplia sobre el tema que tiene que contar. Sus escritos, alejados de tópicos y con un toque de ironía, gustaron. Tanto, que durante siete años le tocó ser ‘enviada especial’ a la romería más universal y “donde la gente se desfoga y muestra su propia naturaleza”, explica Díaz.

Esos siete años de trabajo le permitieron escribir El Polvo del Camino, el libro maldito del Rocío. Diez años después de su publicación, la editorial El Páramo lo recupera. Fue su primera novela, a la que acompañó la polémica. También las amenazas, que hicieron que la periodista no cubriera más la romería. “Es una novela reportajeada, el 99% de las cosas que cuento sucedieron de verdad”, explica.

El protagonista de la historia tiene un nombre peculiar. Es Mariano Romero del Camino, que promete a su madre, en el lecho de muerte, hacer el camino. Pero a cada paso, Romero descubre una peregrinación que poco tiene que ver con los principios cristianos. El novato peregrino, en cambio, se ve envuelto en situaciones de desmadre y desfogue. Escenas tórridas e incluso orgiásticas, en las que no falta la continua ingesta de alcohol, entre otras. “Es la parte del Rocío más canalla”, según Díaz, que también explica que hay un ambiente “cordial y generoso”.

Un espejo


“Yo lo que hago es poner un espejo, lo que se refleja no es culpa mía”, sostiene la escritora. Y eso que refleja es un Rocío en el que vehículos de todo tipo atraviesan el Parque Natural de Doñana o se maltrata a los animales. El año pasado al menos 13 caballos murieron por agotamiento. Díaz recuerda como la violencia previa al salto de la reja ejercida por los almonteños, “que se dedican a ir pegando codazos y empujones”, le hizo “llorar de miedo”.
Resalta que los excesos se han realizado ante unas “autoridades condescendientes, que no dudan en hacerse la foto”. ¿Y lo religioso? “Hay quién ni entra en la ermita”, sentencia.

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