Granadino, de 50 años, D.I.M no concibe la vida “sin actuar ante las injusticias”. Con solo 12 años salió corriendo detrás de un individuo que le había robado el bolso a una señora. Un gesto heroico que ha repetido más de una vez, siempre con final feliz. Hasta que la madrugada del 24 de mayo de 2016 todo se torció.
Marcaba el reloj las 4 y media cuando D.I.M hacía las comprobaciones rutinarias en su trabajo como
conserje nocturno en un edificio de Granada. Entonces escuchó algo raro y vio a un taxi perseguir a tres jóvenes. Lo primero que pensó era que se había producido un
robo y, como había hecho otras tantas veces, no dudó en actuar. “Eso va con mi persona, no me puedo quedar quieto si veo algún hecho delictivo”, comenta en una conversación con
ANDALUCÍA INFORMACIÓN.
Se interpuso en el camino de uno de ellos y acabó siendo
arrollado. Quedó tendido en el suelo con un brazo destrozado, del que ha perdido parte de la movilidad. A partir de aquí empezó una pesadilla de la que todavía no ha despertado. Los jóvenes implicados en el incidente habían hecho lo que se conoce como un “simpa”. Salieron corriendo del taxi para no pagar la carrera que ascendía a 6 euros.
En su opinión, todo parte de un “olvido” de la
Policía. Le metieron en una ambulancia sin identificar al sospechoso y le dijeron que al salir del hospital fuera a comisaría a denunciar. Lo hizo, pero para su sorpresa la agresión que había sufrido no constaba en ningún parte, era como si no hubiese pasado nada. “Tuve que buscarme abogado y procurador y denunciar al sujeto, asumiendo un coste económico para el que no estaba preparado”.
A pesar de todo, consiguió llevar a
juicio en 2018 al joven que presuntamente le había empujado, y un juzgado de Granada le condenó a
8 meses de prisión y a abonar a D.I.M casi 20.000 euros en concepto de indemnización. Pero el acusado recurrió y la
Audiencia Provincial acabó absolviéndole. La sentencia no negaba la veracidad de los testigos, pero, como el acusado no fue identificado por la Policía en el lugar de los hechos, el Tribunal tenía dudas sobre el autor de la agresión y le absolvió. Después, D.I.M. denunció al amigo, "porque se echaban las culpas entre ellos" pero también fue absuelto. "Y yo me pregunto: ¿esto quién me lo ha hecho a mí, nadie?”.
“Se me ha quedado el brazo que no puedo hacer fuerza. Yo he sido toda la vida fontanero, y tenía expectativas de trabajo buenas, pero, ¿ahora ya dónde me meto? No puedo, todos los sitios son de esfuerzo, y yo no tengo estudios”, comenta D.I.M.
Han pasado siete años, pero el proceso judicial ha sido tan largo, costoso e ineficaz que D.I.M. no puede pasar página. “No se me va de la cabeza. Si llego a saber todo esto no le denuncio, me quedo con el brazo roto pero económicamente estaría mucho mejor”.
Durante este proceso, D.I.M. reconoce haberse
sentido muy solo. “Nadie me ha llamado para preocuparse por mi situación, me he sentido solo. Sólo puedo achacarlo a falta de empatía, de valores, de todo, no hay otra explicación”.
“El sistema me ha comido, me ha tragado y me ha vomitado -añade-. Estoy intentando que miren la minusvalía que tengo y no hay forma, ni de coger cita ni de que me hagan caso”.
A pesar del calvario que sufre, si pudiera rebobinar y volver a la madrugada del 24 de mayo de hace siete años “hubiera actuado igual. No me arrepiento, a pesar de que me han jodido la vida”.